domingo, 28 de febrero de 2010

EL LABERINTO QUE HEMOS HEREDADO

Aunque los blogs se hicieron para escribir opiniones personales, no resistí la tentación de colgar esta columna de Daniel Samper Pizano, publicada en el periódico El Tiempo, del 28 de Febrero, y que nos va haciendo a la idea del carrerón al que queda sometido el país para escoger el nuevo presidente.

"Hace poco informó la prensa inglesa sobre las altas posibilidades de re-reelección de cierto presidente de un país tercermundista. Reconocía que, aunque ha aumentado el número de quienes lo critican ferozmente, todavía cuenta con una buena cuota de adoradores. Agregaba que una nueva elección del personaje sería mal vista, pues durante su gobierno se registraron severas violaciones de derechos humanos e intentonas de burlar la Constitución. Los observadores comentaban que si el presidente no seguía, podría subir al poder la línea dura, encabezada por el ministro de Defensa.

El país no es Colombia sino Zimbabue, el presidente no es Álvaro Uribe sino Robert Mugabe y el ministro no es Juan Manuel Santos sino Emmerson Mnangagua. Pero el caso revela los niveles africanos a los que ha descendido nuestra democracia... si acaso es una democracia lo que hemos vivido en los últimos meses, cosa que dudo. Dicen que la democracia se conoce porque es un régimen aburrido, donde la libertad constituye estado cotidiano del que ni siquiera se habla y en el que son raros los sobresaltos y casi todo resulta previsible.

Es decir, lo contrario de lo que Colombia ha soportado desde que la cabeza del presidente Uribe fue fulminada por un rayo mesiánico, allá en el 2004, y decidió que Colombia sin él estaba perdida. Que es lo que piensa Mugabe sobre Zimbabue. A partir de entonces, el sosiego que caracteriza a la democracia formal fue reemplazado por un carrusel de emociones cuyo motor ha sido la tornadiza voluntad presidencial. El Estado de Derecho fue reemplazado por una entelequia que los Mnangaguas de turno denominaron Estado de Opinión, aunque más preciso habría sido llamarla Estado de Capricho. Porque han sido los caprichos presidenciales los que han mecido la hamaca de nuestra suerte en los últimos seis años. Al deshojar la margarita de su re-reelección -que se va, que no se va, que sigue, que no sigue- relegó al fondo de la agenda los problemas más graves del país -la violencia social, la pobreza, la desigualdad, los desplazamientos, la nueva y tétrica plutocracia rural, las relaciones con los vecinos- y logró que todo girara en torno a su almita atribulada.

Ahora, cuando la Corte Constitucional acaba de poner fin a esta feria de vanidades caudillistas, empezamos a entender el laberinto en el que nos metieron Uribe y sus áulicos. Quedan quince días para elegir un nuevo Congreso y apenas trece semanas para escoger al nuevo mandatario. Aunque hubiera intenciones de discutir problemas y plantear propuestas, ya no habría tiempo de hacerlo. Solo ahora emergen de la madriguera uribista los cachorros que él alimentaba en la oscuridad, y, a falta de campaña de ideas, buscarán una victoria en las urnas a punta de clientelas. Parece increíble que, con el cronómetro electoral al galope, el caudillo aún tuviera al país en vilo con signos contradictorios que, para mayor embeleco, correspondía descifrar a profetas y rivales: un jueguito de nunca acabar que no se le ocurrió ni a Mugabe. El jueves pasado, con la Corte reunida para estudiar la legalidad de un referendo, Uribe aún alborotaba el avispero de la opinión pública con sus veleidades continuistas.

Así, pues, hemos llegado al borde de una decisión histórica -la sucesión de un presidente con indudables logros en materia de seguridad y popularidad constante- sin un plazo mínimo para debates serios, sin preparación suficiente, en medio de rencillas ahogadas y con la sensación de que en el camino de las reformas constitucionales y el referendo quedaron atropelladas leyes y razones.

Álvaro Uribe nunca tuvo fe en los colombianos. Por eso su empecinamiento en jalarlos del cabestro. Pudo haber optado por un retiro oportuno, democrático y enaltecedor. Pero prefirió atar el destino del país a su encrucijada personal. Como Robert Mugabe.

Daniel Samper Pizano

viernes, 19 de febrero de 2010

AHÍ VIENE EL TRASMILENIO, SÁQUELE LA MANO!!!

Ahora que se han puesto tan en boga los sistemas de transporte masivo en las ciudades de nuestro país, y con el zafarrancho que se ha formado en Bogotá con la tan cacareada fase tres, con media ciudad desbaratada, que lo seguirá estando quien sabe hasta cuándo, naturalmente, sin ser enemigo de la modernidad, del progreso de la ciudad o de la cultura ciudadana, y como un pasajero común, trataré de desagraviar a los desvencijados y pintorescos buses en los cuales me monté muchas veces por la puerta de atrás y otras pasando por debajo de la registradora, que de alguna manera me sirvieron para recorrer la ciudad, para conocerla, disfrutarla, y porqué nó, para sufrirla.

Creo que a Paulita le encantarían muchos aspectos que aún permanecen en Quibdó. Entre ellos, el barullo del transporte público - y me recuerda que alguna vez que siendo muy chica y llegando de Estados Unidos, le parecía asombroso que uno sacara la mano, y la buseta, el bus, el taxi, se detuviera, aún en mitad de la vía y nos recogiera,- eso también puede ser un pretexto para remontarnos a nuestra tierna infancia o a las épocas de estudiantes, cuando era tan significativa la ruta como el destino; por ahora voy a dibujar algunas imágenes que se nos van diluyendo y que corren el riesgo de desaparecer, (para bien o para mal, ustedes dirán).

No hay un transmilenio engallado!! Y eso ya es motivo de sospecha, ninguno se llama “Soy el papá de todas las busetas”, o “El renegado”; están pintados de un solo color, ignorando el gusto que tenemos por los colorinches, los letreros con arabescos, los vidrios con películas plateadas, las luces, las cornetas, las copas y los espejos con figuras de mujer, es más, no les pegan ni una calcomanía, ni del che, de Cristo, del niño Jesús, o ese rosarito chiquito con una virgen, que está tan de moda. Ningún transmilenio tiene radio, o sea que los locutores de las emisoras no les pueden enviar saludos, ni dedicatorias, grave…. La mitad de las canciones que me sé las aprendí a la fuerza viajando en bus.

Se acuerdan de los buses que tenían “consola”? era una vaina forrada en cordobán, (vi algunas en peluche) que estaba en la parte delantera; constaba de flecos a todo lo largo del panorámico, el pasa cintas, los parlantes, la bodega para los casettes, el dispensador de Klinex, y esto lo adornaban carritos miniatura, la virgen del Carmen y botellitas de licor. Se han perdido esas obras de arte popular, con todo lo kirsch, o lobo que pudiera ser, con sus luces de colores que prendían a cada frenada, ahí se estaba representado el cariño que cada chofer sentía por su bus, por su buseta. El timón también estaba forrado, la barra de cambios remataba en una perilla de acrílico con cucarrones fósiles, (qué dirán los paleontólogos del siglo XXV), y así podemos seguir hablando de los espejos retrovisores, de la silla del conductor, los stops, los pitos y los timbres, y esos buses cundidos de escudos de Millonarios, con el zapatico o el balón colgados del espejo retrovisor. Nada de eso tiene un transmilenio, todos son igualitos, no tienen personalidad, no están cambiando la tablita con los destinos, yo no he visto buses más aburridos que esos.

Y la pobre rutina de los conductores de transmilenio, los han convencido que son algo así como pilotos comerciales; todos uniformaditos, no hablan con nadie, son superserios, no cargan caja de herramientas ni frasquitos para “teteriar” el carburador; no le pueden soltar los perros a ninguna pasajera, ni tocarle la mano cuando reciben la plata, o entregan las vueltas, porque no manejan plata!!!! No pueden llevar al trabajo a la mujer, o a la novia, o al hijo, como los de antes, que le colocaban una butaquita al lado y ella, con su ruana, si era de noche, entregaba el cambio, conocía todas las rutas, los buses y los apodos de los otros ferchos. Y en los paraderos del trasmilenio no venden caldo, ni papa rellena, ni mucho menos cerveza, tampoco los conductores juegan fútbol o se hacen chanzas pesadas. Se acabaron la guerra del centavo, las cerradas, los desvíos de ruta, los contrapunteos a punta e’ lengua, las frenadas en seco, la peinilla debajo de la silla, todo lo que le ponía emoción y suspenso al viaje.

En mis tiempos de escolar salía todos los días a las seis de la mañana el mismo bus, con la misma ruta, casi siempre los mismos pasajeros, ya nos conocíamos, casi que teníamos escriturado el asiento, las ventanas las podíamos bajar y subir a libre albedrío, creo que ahí había más cultura ciudadana y mayor sentido comunitario, era un transporte mucho más humano, más acorde a nuestra identidad y necesidades. En el transmilenio ni siquiera se respeta la fila, somos seres anónimos, anodinos, apresurados y desconfiados, esos buses articulados no esperan a nadie, abren y cierran las puertas devorando y vomitando gente, solo están medio vacíos los domingos o lunes de puente por ahí en la noche… y los busecitos alimentadores son como los parientes ricos de las busetas y colectivos que aún transitan por las vías de los barrios.

Antes los paraderos eran para escampar, para encontrarse con los amigos, tenían casetas para comprar dulces, el periódico o empanadas, no era obligación usarlos, si el bus se varaba nos devolvían el dinero. Mi hermano sabía cuáles eran los buses más nuevos y los conductores más veloces, esos eran sus preferidos. También he visto en Quibdó choferes que esperan a los pasajeros cuando les hacen señas a dos cuadras de distancia, que dejan subir por la puerta de atrás canastos, cajas, bicicletas y cuanto cachivache les quepa, que tienen ayudante voceando la ruta y con los cuales uno puede negociar el valor del pasaje.

Yo no sé qué tan malo sea que haya vendedores ambulantes o cantantes en los buses, más en unas ciudades donde la mayoría de la gente vive del rebusque, pero creo que la solución no está en una rotunda negativa.

Los tiempos van cambiando. Antes cualquier persona era transportadora, mi vecino era dueño de medio bus!!!! Y los domingos siempre estaba debajo del bus, o encima con el capó abierto, reparándolo. Y de ese medio bus vivía toda la familia. Hoy ante la resistencia a construir el Metro, nos hacen creer que el trasmilenio es como un metro, con sus galpones estaciones, con la calle para ellos solos, con los pasajes más costosos, las vías solo para ellos, para quienes? Para generar grandes utilidades a un grupo de selectos y exclusivos dueños. Los pasajeros no importamos, el servicio no es amable; solo somos un número en la registradora, en el apretujón, el trasmilenio no está diseñado ni para niños, ni para ancianos, ni para mujeres embarazadas, ni para nosotros…. Son altísimos, quedamos colgados del tubo, son monótonos, siguen siendo inseguros… con total certeza, que de no ser porque sus puertas se cierran, también colgarían de ellos racimos humanos. ¿que son más rápidos? Sería el colmo que con tanta inversión no les rindiera un poco más, seguramente todo ese desgaste de ciudad pueda traer beneficios a los habitantes cada vez más urgidos de mayor movilidad, llegar a tiempo a sus trabajos, pero siempre queda en el aire un nimbo de nostalgia, algo parecido al que puedo sentir por la desaparición los cinemas de barrio.

Nota: las fotos del trasmilenio han sido bajadas del internet. Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com

martes, 9 de febrero de 2010

DE REGRESO AL CHOCÓ....

Siempre Bogotá nos sorprende por la cantidad de ciudades que contiene, la panorámica de la ciudad desde los barrios del centro oriente tiene otro azul, otros horizontes y sus luces siguen siendo eléctricas, atiborradas de cables y de postes que se levantan al capricho de sus geografías. Fue una oportunidad de reencontrarme con sus gentes y percibir de cerca sus comedores comunitarios, sus niños de vacaciones, las calles con festones, sus pesebres y para contemplar impotente el helicóptero que sobrevolaba los cerros apagando los incendios que por esta época atacan vorazmente sus cada vez más frágiles nichos de bosques y matorrales.

Debido al infarto en la movilidad de la capital, producido por la lentísima construcción de las vías para el transmilenio, preferí caminar el centro de la ciudad; fue un Enero para recrearse visitando librerías y almacenes de chucherías, para volver a ver películas como El lado Oscuro del Corazón (de Zubiela), La Strada (de Fellini), o Malena (de Tornatore), por supuesto sin dejar de asistir al Boom tridimensional de Avatar; también saqué algún tiempo, por ejemplo, para leer en voz alta o dirigir la orquesta escuchando el triple concierto de Beethoven. Ese Enero que espero cada año para prometerme que el año que llega será mejor, para repartir y recibir besos y abrazos, para decirle a ella que la sigo queriendo, para sentir el ronroneo de Gaspar en las mañanas y, naturalmente, para ver a los amigos y al calor de un buen vaso sentir de nuevo el tango acariciando las noches de La Candelaria a la luz de una luna llena como casi nunca la ví antes.

Ahí quedan los sobrinos, los hermanos y parientes, otras tajadas de corazón vuelan hacia el sur y de nuevo pienso en el Atrato. Es el tiempo de volver. Después de esta breve temporada regreso a Quibdó; como siempre que me subo a un avión pido ventana (igual que la primera vez que siendo niño me encaramé en un avión DC 3 de carga), tuve la fortuna de ver desde el aire y con un hermoso cielo despejado los nevados del Ruiz, de Santa Isabel, creo que el del Cisne y el Tolima, y aunque la nieve no los cubre tanto como hace algunos años, el espectáculo sigue siendo deslumbrante.

Y pasan tantas cosas a principio de año, la más trágica es el terremoto de Haití, con sus doscientos mil muertos, casi todos negros, la aparición inmediata de diez mil mariner y el control del país por unas fuerzas de seguridad que seguramente crearán zozobra en la región. Bueno, por lo menos el G7 les condonó la deuda, y después de esta desgarradora forma de llamar la atención sobre la precariedad de la población de un país azotado por las tiranías, la miseria y el sida (a pesar de haber sido el primer territorio que declaró su independencia y la abolición de la esclavitud), se espera que los ojos del mundo volteen a mirar a sus víctimas y haciendo de lado su abominable racismo, procuren reconstruir los sueños y esperanzas de los miles de niños y sobrevivientes que se asoman en las cámaras de los fotógrafos y periodistas de las cadenas noticiosas.

Creo que hay regiones del Chocó que han vivido tragedias, guardando las proporciones, similares, como el caso de Bahía Solano, y aunque no recibieron la solidaridad esperada se repusieron a estas embestidas de la naturaleza; lo que es más difícil, y lo que cuesta recuperarse, son las cicatrices que dejan las guerras y la violencia en la tierra y en los humanos , más aún cuando desaparecen las voluntades y la solidaridad con las víctimas, y cuando se producen nuevos atropellos a campesinos y comunidades indígenas y la opinión nacional casi ni se da cuenta por estar ocupada en las alianzas y jugarretas electorales. Otra tragedia son los decretos de la emergencia social, especialmente en salud, uno de los sectores más golpeados, con presupuesto insuficiente, calidad y cobertura deficiente en el departamento, ah, y el aumento del impuesto a la cerveza Uff, con este calor……

Aquí estoy de nuevo, solo que esta vez no llueve, imagínense, Quibdó sin agua…. Quince días sin llover, el acueducto envía un chorrito algunos minutos al día y la gran mayoría de los quibdoseños desde donde puede carga el agua en baldes, canecas, ollas y platones. La ciudad está invadida por sedes de campañas a la Cámara y el Senado, hay como cincuenta listas de aspirantes por la circunscripción especial para comunidades negras, (y todos dicen que son honestos), habrá que ver…. Ahí están los votos, de ahí la visita de candidatos de otras partes del país, de los jefes de directorios, y los que enarbolan las banderas de Belén de Bajirá. Hay mucho cacique y poco indio, esperemos que los pactos de transparencia y de juego limpio para no comprar votos produzcan algunos resultados, o será que el departamento continuará en poder de las dinastías electorales.

Pero no seamos tan pesimistas. Mañana lloverá, el Atrato recobrará su caudal y los árboles recuperarán su verdor; seguramente quienes creemos que este país puede ser mejor y que podemos hacer algo para que esto sea posible, podemos decir como Fito Paez: “Quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón…”

Nota: Las fotografías fueron tomadas desde los cerros del centroriente de una Bogotá distinta, compleja y desconocida.... sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com