sábado, 30 de abril de 2011

RAZONES DE AMOR

Razones de amor

Con palabras sencillas y duras de metal y piedra,
para que se conserven en tu corazón como un corazón grabado a navaja en los árboles y las bancas del parque,
te voy a enumerar las inventadas razones de mi amor.

Te amo porque me haces pensar con todo el cuerpo.
Hasta los dedos de los pies son ricos en ideas cuando yaces desnuda y
cantas.
Cuando te recuestas en mí toda untada de agua de estrellas,
hasta la última célula, la más recóndita,
da claves que me ayudan a entender la eternidad.

Te amo porque agregas sed a mi sed y hambre a mi hambre,
porque no eres la saciedad, que es la muerte.
Porque, como un espejo, me devuelves la imagen de un pozo sin fondo, un abismo humano y hermoso.

Te amo porque no te embriagan los conceptos modernos del amor.
Te amo porque no es un amorcito sarmentoso y paria el que en mí
cultivas,
ni sarmentosos y parias son sus frutos.

Ojalá sobre la tierra pudiera llover el jugo de tu amor.
Quisiera servir tu amor a los pobres en platos de oro.

Te amo porque quitas filo a mi alma y me haces perdonar a Dios.
A Dios le palmeo el hombro cuando, bañado en sudor macho de hombre,
regreso de tu abrazo.
Porque te amas a ti misma, te amo.


Presos de amor

Si fuéramos dos astros
en la Carreta de Carlos recorreríamos la noche besándonos, fuera de
órbita, como dos amantes clandestinos.
Me alimentaría con tu respiración y tu sudor de Osa en celo.
¡Cómo llovería luz sobre el mundo!
Una llamarada a través del cielo, el amor, si fuéramos dos astros.

Si fuéramos dos pájaros
todo el día picotearía en tu nido emplumado.
Para acariciarnos, no para volar, usaríamos las alas: dos cargueritos
cargados de deseo navegando a la deriva en el aire.
Cosa volátil y de sangre caliente, el amor, si fuéramos dos pájaros.

Si fuéramos dos peces
sobre la arena del fondo yaceríamos ahogados de placer, entre lasciva
espuma, sin escamas.
Para calmarme la sed nadaría en la leche de tu cuerpo.
Agua misteriosa y honda, el amor, si fuéramos dos peces.

Si fuéramos dos ángeles
gozaríamos de lo lindo dándonos lengua y llevando a gritos el mensaje de
Dios.
Te escribiría poemas terrenos. Te besaría allá.
Como hombre y mujer presos de amor, como lo que somos, si fuéramos
dos ángeles.



Con todo el gusto les comparto estos dos hermosos poemas de amor de la autoría de mi recordado amigo, el escritor José Libardo Porras.

José Libardo nació en Támesis, Antioquia y entre su producción están “Historias de la cárcel Bellavista”, “Seis historias de amor, todas edificantes”, “El continente sumergido”, “Hijos de la nieve”, “Happy Birthday capo”, su obra más reciente es “Mujeres saltando la cerca”.

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viernes, 29 de abril de 2011

QUIBDÓ, ENTRAÑABLEMENTE MORENA

 Por estos días cumplo dos años de estar viniendo a Quibdó. Al comienzo tuve una percepción de la ciudad y sus gentes, que en altísimo porcentaje sigue siendo la misma; en muy pocas cosas tendré que retractarme o modificar mis apreciaciones. Lo que me sugería la ciudad es básicamente lo mismo visualizo ahora.


El sol de la tarde

Es apenas obvio que se presenten algunos cambios en la ciudad, las obras han avanzado, el centro presenta un aspecto menos caótico, a pesar de que el manejo de las basuras es caótico; la proliferación de las motos y el despelote del tráfico siguen ocasionando un profundo malestar. Pero ante todo se vé una ciudad que no brinda oportunidades de trabajo a sus pobladores, sigo sin entender cómo sobreviven tantas familias que no tienen trabajo estable, ni ingresos que les permitan asumir la vida de una forma mínimamente decorosa. Creo que las personas que habitan en Quibdó no cuadran dentro del esquema de funcionamiento que las administraciones han tomado como referente para “reorganizar” la ciudad; su historia, su economía, su sociedad, son distintas a las que le sirven de referencia, por eso su organización territorial, sus espacios urbanos, su vida urbana es también diferente. Si hay algo que me ha llamado la atención es que en Quibdó coexisten una formas de ordenamiento de los espacios urbanos acordes con la cultura afro, y que se están tratando de desdibujar, así como los lugares de encuentro; ese aparente desorden le marca una identidad característica y particular, ojalá que a nombre de la modernidad no se pierda el bullicio de sus gentes y su prolífica paleta de colores.


Mirando rio abajo
Conozco un poco más la ciudad, he encontrado algunas formas de ocupar el tiempo libre, como asistir a cineclubes y eventos culturales; se han abierto unos pocos espacios para comer diferente y algunos bares donde es posible saborear un coctel, sin embargo no aparece una librería, una galería de arte o un lugar donde de manera continua se acceda a programaciones culturales. Una de las formas de medir la calidad de vida de una ciudad es la oferta de posibilidades para que sus habitantes disfruten de las horas de ocio, esto no implica estar en contra de las amenas tardes de jugarretas de cartas o dominó, ni tampoco del fértil ejercicio de una siesta acompañados, o de las ardientes horas de regguetón y cercanía, ni del placer de ver correr las aguas del Atrato desde un malecón que ilumina una luna coqueta y cómplice.

Igual que antes, en los corrillos se habla de sucesos de corrupción, de detenciones, de fortunas alcanzadas gracias a la impunidad y a hábiles y oscuras maniobras; se habla de las personas que están en la cárcel, de los grandes problemas del departamento como la minería ilegal, de las presión por las tierras de las comunidades indígenas y de los consejos comunitarios, de los grandes agronegocios, de la presencia permanente de todo tipo de grupos armados y de tantos problemas que aquejan estas tierras del pacífico, de las víctimas del invierno, de los desplazamientos…. Nada de lo fundamental ni de lo traumático ha encontrado aún solución.

Desde el atrio de la catedral

Hoy puedo decir que tengo algunos pocos amigos chocoanos, -pocos pero exelentes (sic)- que han tenido la paciencia de mostrarme las bondades de estas tierra, he aprendido un poco más de su cultura y he procurado desentrañar sus sutiles encantos, su musicalidad, las agradables veladas con gentes de muchos lugares que confluímos en estas tierras.. Me he acostumbrado a andar siempre con paraguas, a vivir justo con lo que apenas necesito, y aunque extraño lo que dejo en lejanía, es una oportunidad para respetar y asimilar otras formas de coexistencia y de relacionamiento, para agradecer la hospitalidad, para arrinconar los desaires o lo que no comparto, esta es una tierra sazonada con afectos, relajada, dulce y entrañablemente morena.

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lunes, 11 de abril de 2011

ME EQUIVOQUE CONTIGO…. ALEGORÍA DE LA CANCION RANCHERA

Un buen amigo que detestaba las rancheras, salió una madrugada de un bar en Chapinero, con tan mala fortuna que fue atropellado por una furgoneta llena de mariachis, esa ironía es como la venganza del mariachi, afortunadamente sobrevivió y al hospital fueron los mismos mariachis que le embistieron, a llevarle serenata!!!!

Debo reconocer que las rancheras no me gustaban. Me han parecido unas canciones que hacen apología de que la justicia la tenemos que hacer por nuestra propia mano; de hecho, el referente que tenemos de la popularidad del género está asociado a los corridos de la revolución mexicana, a la construcción y reacomodamiento de una nación que exigió una nueva redistribución de la tierra y del poder. Los corridos son crónicas, las rancheras son canciones de origen campesino que nos hablan del amor, de los paisajes, de la vida.

Mariachis
En la indumentaria de los mariachis son familiares las cananas y el revólver, por eso no es extraño que los corridos norteños que tienen tanta afinidad y cercanía con la canción ranchera, sean preferidos, entre otros, por bandoleros y personas al margen de la ley, y muchas de sus temáticas hagan apología de sus escabrosas peripecias;  en un país de raíces campesinas, como el nuestro no es extraño que en las cantinas tengan tanta acogida las rancheras, sus visitantes son en buena medida protagonistas de los sucesos de territorios en conflicto, personas que en esas condiciones también sienten arraigo o desarraigo, que añoran a sus padres, que sufren por sus hijos, que se enamoran y desenamoran, que sufren traiciones y a quienes también les duele el alma. 

Y sus letras dejan entrever que detrás de tanta coraza ruda, existen parajes donde se descubre toda nuestra fragilidad. La vistosidad de la puesta en escena con charros de sombrerotes, guitarrones, violines y trompetas, entre copas y botellas de tequila, es capaz de contagiarnos de valor y de agresiva ternura para mostrarnos que indiscutiblemente estamos entreabriendo las puertas de la derrota. Las rancheras son de alguna manera la apología de lo quisimos alcanzar y no pudimos, son poesía popular que expresa la melancolía de un pueblo que se resiste a aceptar su destino. Tienen la picardía y el sentido del humor que mitiga dolores, por eso se nos clavan en el alma.

A pesar de haber escuchado rancheras desde mi niñez, las consideraba de corte vulgar y agresivo, concepto que gracias a Serrat, a Joaquín Sabina y al gusto por departir con algunos entrañables amigos, tuve que revaluar; desde entonces disfruto a Chavela Vargas, que es como estar sintiendo la cercanía de la soledad y la sombra de Pedro Páramo. Redescubrí las películas del indio Fernández, de Pedro Infante y de la doña María Félix, a Jorge Negrete, a Miguel Aceves Mejía, el lamento de Cuco Sánchez, a Lola Beltrán, a Amparo Ochoa, a Javier Solís y al gran José Alfredo… creo que sin él la ranchera no habría llegado al pedestal donde está; el pueblo mexicano y todos los que escuchamos sus canciones le rendimos el máximo tributo, por su vida, por “el Jinete”, por cada historia suya contada en tres minutos.

El inmenso colorido del folclor mexicano, todo su universo mítico continúan estando presentes en las voces de Lila Downs, Rocío Durcal, Vicente Fernández, Astrid Haddad, en los boleros rancheros, en las versiones de Maná y de todos aquellos que aún sin mayor éxito se atreven a cantar sus memorables temas. Por eso, cada vez que visito un apartado lugar de nuestra geografía y estremece el aire una ranchera, o cuando me encuentro a solas no puedo dejar de sentir la tentación de volver a escuchar “Corazón, corazón, no me quieras matar, corazón….”

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