miércoles, 17 de agosto de 2011

DI - VAGACIONES ALREDEDOR DEL CHOCÓ

Llueve otra vez… es como el tercer aguacero de la noche, me asomo a la ventana y veo a lo lejos un río crecido, mis zapatos parecen esponjas y el paraguas se me ha convertido en otra extremidad. Duermo casi en cueros y con el ventilador a toda máquina y sin embargo estoy sudando y con las sábanas pegadas al cuerpo. Al menos no hay mosquitos, y después de ver caer tanta agua, mañana me tendré que bañar totuma en mano.
Seguramente no es fácil para las personas que no han estado en el Chocó, lograr hacerse a una idea de la complejidad de la situación de esta esquina del país. Se habla de una región inmensamente rica en recursos naturales y biodiversidad, con múltiples conflictos de orden público, de presión sobre el dominio territorial y la usurpación de territorios tradicionalmente habitados por comunidades indígenas y afrocolombianas, de múltiples intereses y evidentes hechos de corrupción.
La débil infraestructura y la limitada presencia de los organismos del Estado han propiciado estados críticos de pobreza y vulnerabilidad de la gran mayoría de sus pobladores; las noticias que se transmiten al interior del país contribuyen a crear una imagen de marginalidad y precariedad con que subsisten sus habitantes.
Monumento a César Conto en Quibdó
Cuesta reconocerlo, no estamos muy lejos de la realidad. Sus poblaciones están en las últimas categorías a nivel nacional, y su capital parece levantada con urgencia y sin mayor planificación, esto lo expresan consuetudinariamente los diarios, los programas de opinión de las emisoras, sus pobladores. Hay vacíos de gobernabilidad y serias limitaciones del poco presupuesto que realmente logra invertirse para mejorar el nivel de vida de las comunidades.
Llueve casi todos los días y sin embargo en la gran mayoría del departamento no hay agua potable, o porque no hay acueductos o porque las fuentes de agua y los ríos están contaminados por venenos utilizados en la minería y en las plantaciones de agro negocios. Los campesinos y los indígenas ven cómo va en detrimento su soberanía alimentaria y su armonía sociocultural es interrumpida a causa de la presencia de grupos armados. Y sin embargo el gobierno sostiene que el país va por buen camino, y que la “locomotora” de la minería hará progresar al Chocó; al paso que vamos se puede convertir en una “aplanadora”.
Aunque todo esto suene desesperanzador la situación podría ser más caótica. A veces creo que es como cuando una embarcación está a punto de irse al abismo, y desde la orilla muchas manos con lazos intentan rescatarla, pero solo consiguen mantenerla al borde. Es el esfuerzo de muchas organizaciones de pobladores, tanto de chocoanos como de personas que por muchas razones hemos venido a estas tierras y que por convicción hemos quedado fascinados con la calidez de sus gentes, con la exuberancia del paisaje, con su diversidad cultural, con su ritmo y su melancolía.
Chocó futuro
No creo que seamos tan necesarios en estos parajes del Pacífico; más bien creo que nosotros necesitamos reconocernos en la diferencia, creo que necesitamos oxigenar nuestra existencia y justificarnos en el oficio. Tenemos aún tanto que aprender para capotear multitud de sobresaltos que gracias a las estructuras sociales de familias extensas han ayudado a que la gran familia chocoana resista y siga pensando en un futuro, si no mejor, por lo menos más tranquilo. Mientras existan niños, y eso sí abunda en estas tierras, todo podrá ser posible y serán un motivo más que suficiente para construir mejores senderos.
Aunque a veces se asome la soledad, en medio de todo esto se siente una extraña sensación de libertad que en otros lugares no había experimentado. La libertad de divagar, de hacer volutas con el humo del cigarrillo, de intentar desenredar la madeja y buscar los extremos que nos guíen a través del laberinto, para hacerme preguntas que no tienen respuesta… el mérito está en la dificultad, el estímulo en el cúmulo de emotivas sensaciones que prodiga, cuando está de buen ánimo, esta región, y la amalgama de cómplices de propósitos comunes y de sueños tal vez inalcanzables.
Celebrando la independencia!!!!

Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com

domingo, 7 de agosto de 2011

DOS POEMAS DE FERNANDO PESSOA

Puede ser Ricardo Reis, Alvaro de Campos o Alberto Caeiro, sus alter egos, o sus heterónimos. Es FERNANDO PESSOA quien tuvo la genialidad de reinventarse, de concebir personajes que hablaran por él, como si fueran vidas paralelas, por medio de soliloquios y monólogos, le propició otra dimensión a su existencia. Tanto así que José Saramago escribió El año de la muerte de Ricardo Reis, para prolongar el camino de su imaginaria vida.

Para ti Fernando Pessoa este homenaje. Uno de mis sueños más íntimos y deseados es estar degustando un buen vino en una taberna en la ciudad vieja de Lisboa y escuchar la voz de una mujer cantando Fados inspirados en tus poemas.

Comparto tan solo dos poemas de su extensa obra, quedan invitados a revisitarla!!

He pasado toda la noche sin dormir, viendo...

He pasado toda la noche sin dormir, viendo,
sin espacio tu figura.
Y viéndola siempre de maneras diferentes
de como ella me parece.
Hago pensamientos con el recuerdo de lo que
es ella cuando me habla,
y en cada pensamiento cambia ella de acuerdo
con su semejanza.
Amar es pensar.
Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella.
No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no
pienso más que en ella.
Tengo una gran distracción animada.
Cuando deseo encontrarla
casi prefiero no encontrarla,
Para no tener que dejarla luego.
No sé bien lo que quiero, ni quiero saber lo que
quiero. Quiero tan solo
Pensar en ella.
Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar.

Versión de Teodoro Llorente

Lisbon revisited (1926)

Nada me ata a nada.
Quiero cincuenta cosas al tiempo.
Con angustia del que tiene hambre de carne anhelo
no sé bien qué:
definidamente lo indefinido...
Duermo inquieto, y vivo en el soñar inquieto
de quien duerme inquieto, a medias soñando.


Me cerraron todas las puertas abastractas y necesarias.
Corrieron cortinas ante todas las hipótesis que podría
ver en la calle.
En el callejón que yo encontré no hay el número de
puerta que me dieron.


Desperté a la misma vida que me había adormecido.
Hasta mis ejércitos soñados sufrieron derrota.
Hasta mis sueños se sintieron falsos al ser soñados.
Hasta la vida tan sólo deseada me harta -hasta esa vida...
Comprendo a intervalos inconexos;
escribo en los lapsos de cansancio;
y es tedio hasta el tedio lo que me arroja a la playa.
No sé qué destino o futuro compete a mi angustia sin timón;
no sé qué islas del Sur imposible me aguardan, náufrago;
o qué palmares de literatura me darán un verso al menos.


No, no sé esto, ni otra cosa, ni cosa alguna...
Y en el fondo de mi espíritu, donde sueño lo que soñé,
en los campos últimos del alma, donde memoro sin causa
(y el pasado es una niebla natural de lágrimas falsas),
en los caminos y atajos de las florestas lejanas
donde supuse mi ser,
huyen desmantelados, últimos restos
de la ilusión final,
mis ejércitos soñados, derrotados sin haber sido,
mis cohortes por existir, despedazadas en Dios.


Otra vez vuelvo a verte,
ciudad de mi infancia pavorosamente perdida...
Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí...
¿Yo? Pero, ¿soy yo el mismo que aquí viví, y aquí volví,
y aquí volví a volver y volver,
y aquí de nuevo he vuelto a volver?
¿O todos los Yo que aquí estuve o estuvieron somos
una serie de cuentas-entes ensartadas en un hilo-memoria,
una serie de sueños de mí por alguien que está fuera de mí?


Otra vez vuelvo a verte
con el corazón más lejano, el alma menos mía.

Otra vez vuelvo a verte -Lisboa y Tajo y todo-
transeúnte inútil de ti y de mí,
extranjero aquí como en todas partes,
tan casual en la vida como en el alma,
fantasma errante por salones de recuerdos
con ruidos de ratas y de maderas que crujen
en el castillo maldito de tener que vivir...


Otra vez vuelvo a verte
sombra que pasa a través de sombras y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida
y entra en la noche cual estela de barco al perderse
en el agua que dejamos oír...


Otra vez vuelvo a verte,
mas, ¡ay, a mí no vuelvo a verme!
Se rompió el espejo mágico en el que volvía a verme idéntico,
y en cada fragmento fatídico veo sólo un pedazo de mí,
¡un pedazo de ti y de mí!

(Traducción de José Antonio Llardent)

Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com

CALI, CÁLIDO, CALIDOSCOPIO

Las ciudades construyen su propia personalidad, van ensamblando su propio mosaico de íconos, esas luminarias con quienes se identifican sus habitantes; ya sea la Barranquilla de Estercita Forero y Joe Arroyo, o el sabor de Cali, un calidoscopio de colores, de despampanantes mujeres, de salsa y de colores vivos.


Bajo ese cielo con aroma de caña de azúcar, de macetas y pandebono, vuelve a tomar vida un personaje más caleño que el Hotel Aristi y Los Turcos, que Riverita o el zapatero de la esquina de mi casa; incluso más que Andrés Caicedo o los gatos de Tejadita, que la Bodega Cubana, Agapito o Condoricosas, que la loma de la Cruz, Pablo Rey o el Bogaloo…. O que una lejana novia patoja que tuve alguna vez. Un personaje que debería habitar a perpetuidad en los salones del Museo la Tertulia, o en la barra de Tin Tin Deo.

Oiga, vea, hoy me acordé de vos, oís? Me acordé de las aventuradas películas y documentales que hiciste como “Cali, cálido, calidoscopio”, “Angelita y Miguel Angel”, “Agarrando Pueblo”, o “El monstruo de los Mangones”, , que cuenta la historia de un decrépito millonario que para sobrevivir necesitaba nutrirse de la sangre de los niños, una historia real, a la cual afortunadamente sobrevivió mi amigo Rosemberg, y quien nos debe un “perfomance” a su manera. Me acordé de vos, cuando llevaste al cine la novela de Alvaro Mutis “La Mansión de Araucaima”, que narra la historia de una muchachita que llega a la mansión y los deja desquiciados a todos con su juventud y su pervertida sensualidad. Me acordé de vos, don Carlos Mayolo, porque en cualquier lugar de la geografía existen mansiones de Araucaimas, ya sean de guadua o incrustadas en estrechos apartamentos de escaleras empinadas.


El Cali del fotógrafo Fernell Franco, de Oscar Muñoz y del Depotivo Cali es el que me gusta, no el estrafalario de “narcos, lavaperros y siliconeras”; el Cali de “Que viva la Música” y el Orietta Lozano. Espérame ciudad que iré a degustar chuletas y avena, a visitar a los amigos y a reburujar libros viejos en la librería Atenas, a buscar baratijas entre el bochinche de los anticuarios del Barrio San Antonio, a comer seviche en La Alameda y a recordar tu cuerpo al ritmo de las músicas del Petronio Alvarez.

Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com

jueves, 4 de agosto de 2011

EL CULO DE LA ARQUITECTA

No suelo concordar con el prójimo varón sobre cuál es el mejor culo. Noto un gusto general por el culito escuálido de las modelos flacas. A mí me gustan grandes, hospitalarios, macizos. Me gusta el culo balcón, que sobresale y se autosustenta como un milagro de ingeniería. El culo bien latino, rappero, reggaetón, de doble pompa viva y prodigiosa.

Me salen versos cuando hablo de culos. Quizá porque en los culos hay algo más antiguo y atávico que en las tetas, que en realidad son una intelectualización. Las tetas son renacentistas, pero el culo es primitivo, neaderthaliano. Con su poder de atracción inequívoca, su convergencia invitadora, es un hit prehistórico. Despierta nuestro costado más bestial: el del acoplamiento en cuatro patas. Las tetas son un invento más reciente, son prosaicas. El culo, en cambio, es lírico, musical, candencioso, indiscernible del meneo de caderas, del ritmo, la batida de la bossa que retrata a la garota que se aleja en Ipanema.

Porque el culo siempre se aleja, siempre se va yendo, invitando a que lo sigan. Se mueve en dirección contraria de las tetas, que siempre vienen y por eso suelen ser alarmantes, amenazadoras, casi bélicas (me acuerdo de las tetas de Afrodita, la novia de Mazinger Z, que se disparaban como dos misiles). Las tetas confrontan, el culo huye, es elegía de sí mismo, se va yendo como la vida misma y deja tristes a los hombres pensando qué cosa más linda, más llena de gracia aquella morena que viene y que pasa con dulce balance camino del mar.

Las argentinas tienen orto, las colombianas jopo, las brasileras bunda, las mexicanas bote, las peruanas tarro, las cubanas nevera o fambeco, las chilenas tienen poto. O mejor dicho, las chilenas no tienen poto, según mis amigos transandinos que se quejan de esa falta y quedan asombrados cuando viajan por Latinoamérica. Yo mismo casi me encadeno a la muralla del Baluarte de San Francisco, en el último Festival de Cartagena de Indias, para no tener que volver y poder seguir admirando el desfile incesante de cartageneras o barranquilleras cuyos culos altaneros merecían no este breve artículo sino un tratado enciclopédico o un poemario como el Canto General.
     
De las cosas que hacen las mujeres por su culo, la que más ternura me da es cuando lo acercan a la estufa para calentarlo. No lo pueden evitar. Pasan frente a una chimenea o un radiador y acercan el culo, lo empollan un rato. El culo es la parte más fría de una mujer. Siempre sorprende al tacto esa temperatura, el frescor del cachete en el primer encuentro con la mano.

Durante el abrazo, se puede llegar a los cachetes de dos maneras. Una es desde arriba, si la mujer tiene puesto un pantalón, pero es dificultoso y lo ajustado de la tela impide la maniobra y la palmada vital. La otra forma es desde abajo y eso es lo mejor, cuando se alcanza el culo levantando de a poco el vestido, por los muslos, y de pronto se llega a esas órbitas gemelas, esa abundancia a manos llenas. En ese instante se siente que las manos no fueron hechas para ninguna otra cosa más que palpar esa felicidad, para sentir con todos los músculos del cuerpo la blanda gravitación, el peso exacto de la redondez terrestre.

Se suele pensar que, en el sexo, la posición de perrito somete a la mujer. Pero hay que decir que abordar por detrás a una mujer de ancas poderosas puede ser todo lo contrario: es como acoplarse a una locomotora, como engancharse en la fuerza de la vida, hay que seguirla, no es fácil, uno queda subordinado a su energía, hay que trabajar, darle mucha bomba, carbón para la máquina. Es uno el que queda sometido a su gran expectativa, absorto, subyugado, vaciándose para siempre en la doble esfera viva de esa mantis religiosa.
De la exposición de Raúl Arboleda
Una vez vi un hombre de unos 45 años dando vueltas al parque, corriendo tras su personal trainer. Lo curioso es que era una personaltrainer, y las calzas azules de esta profesora de gimnasia evidenciaban que tenía un doctorado en glúteos. Como el burro tras la zanahoria, el hombre corría tras ella sin pensar en nada más que ese seguimiento personal. No me sorprendería que a la media hora hubiera un grupo de corredores trotando detrás, en caravana. La música de los culos es la del flautista de Hamelin. Los hombres, con su legión de ratones, van tras ella, hipnotizados.

Las mujeres saben aprovechar sus recursos. Yo trabajé en una empresa en el mismo piso que una arquitecta narigona (esas narigonas sexys) y con un 'tremendo fambeco'. Ella sabía que era su mejor ángulo y lo hacía valer, con unos pantalones ajustados que dejaban todo temblando. Era una de esas oficinas cuadradas, llenas de líneas rectas: el almanaque cuadriculado, la tabla rectangular del escritorio, la ventana, los estantes, las carpetas de archivos. Un lugar irrespirable de no ser por el culo de la arquitecta que a veces pasaba camino a tesorería o a la fotocopiadora. Su culo era lo único redondo en todo este edificio de oficinas. Lo único vivo yo creo. Nunca intenté nada (se decía que tenía un novio), pero en una época yo pensaba escribir una novela con los acoplamientos heroicos que imaginé con ella. Una novela que iba a titular, con un guiño a Greenaway, 'El culo de una arquitecta'.

No escribí ni dos líneas de esa novela, pero sí algunos poemas que ella nunca leyó. Me acuerdo que la veía antes de verla, la intuía en un ritmo particular que tenía el sonido de sus pasos, un peso, un roce de la cara interna de sus muslos de falsa mulata. Cuando aparecía en el rabillo de mi ojo, ya sabía plenamente que se trataba de ella. Y pasaba y todo se detenía un instante, el memo, el mail, la voz en el teléfono, todo se curvaba de pronto, no había más rectas, todo se ovalaba, se abombaba, y el corazón del oficinista medio quedaba bailando. No exagero.

Además era plena crisis del 2002. Todo se derrumbaba, caían los ministros, los presidentes, caía la economía, la moneda, la bolsa, caía el gran telón pintado del primer mundo, caía la moral, el ingreso per cápita, todo caía, salvo el culo de la arquitecta que parecía subir y subir, cada vez más vivaracho, más mordible, más esférico, más encabritado en su oscilación por los corredores, pasando en un meneo vanidoso que parecía ir diciendo no, mirame pero no, seguime pero no, dedicame poemas pero no. Ojalá ella llegue a leer esto algún día y se entere del bien que me hizo durante esos dos años con solo ser parte de mi día laborable pasando con tanta gracia frente al mono de mi hormona. Y ojalá se entere también que, cuando me echaron, lo único que lamenté fue dejar de verla desfilar por los pasillos, respingando el durazno gigante de su culo soñado.

Pedro Mairal
Nació en Buenos Aires en 1970.

Cursó la carrera de Letras en la Universidad del Salvador, donde fue profesor adjunto de la cátedra de Literatura Inglesa.  En 1996 publicó el libro de poesía 'Tigre como los pájaros' (Mención Premio Fortabat). En 1998 obtuvo el Premio Clarín de Novela por 'Una noche con  Sabrina Love', que fue llevada al cine y traducida a varios idiomas. En el 2001 publicó el libro de cuentos 'Hoy temprano' y en el 2003, el libro de poesía 'Consumidor final'.  

Este texto me lo ha enviado esta mañana un amigo y creo que bien vale la pena compartirlo!!!! 

martes, 2 de agosto de 2011

LOS LÁPICES: Entre la alquimia y el sortilegio

Tener un lápiz en la mano, ir escribiendo lo que nos inspira, lo que evoca, lo que nos obligaron a plasmar en el cuaderno. Tratar de copiar el paisaje en la hoja en blanco, rellenar de color azul el cielo y dibujar los bigotes de los gatos. Afilar la mina y a mano alzada hacer el boceto de un inspirado grabado, o simplemente trazar líneas y líneas en perspectiva y encaramarse a un rascacielos acostado en una cama de papel durex. 

Dibujar futbolistas, carros de carreras, luchadores y muñecos de los comics, anotar con ansiedad un teléfono, hacer las cuentas de lo que se debe cancelar a fin de mes, con el borrador roído, con la punta roma.
Ver cómo su principal enemigo es el tajalápiz y cómo el borrador se acaba pronto. Saber que se puede aparecer en todos los cajones de la casa, que sirve para delinear cejas y también para señalar en la madera los cortes de la nueva cuna.
Y entre el humo del café y el cigarrillo ir copiando versos o  ensartando frases en las volutas, o jugar a ser un director de orquesta.
Un trozo de madera con grafito, en una escala de blando a duro, desde el 8B hasta el 8H, cada uno con su peculiar sonido al golpetear la mesa.
Lápices que obsequian, otros que entregan con afecto, que se compran con monedas y que se van tomando por ahí. Lápices que se conservan porque significan algo o aún no han dicho todo lo que su corazón encierra, lápices que se guardan para una ocasión especial.
El lápiz que trae un viajero, el que vende el buhonero, el que entrega con dulzura un alma niña, el que nos sorprende en el escaparate de una miscelánea.
Lápices chinos, hechos como ellos, por miles de millones, lápices de cabecitas artesanales, finos lápices para manos y cerebros inspirados, lápices para llenar libretas de dibujos, para engalanar el escritorio. ¿Porqué no coleccionarlos?, eso pensó mi padre hace unos lustros, y aún hoy cuando aparecen portaminas, lápices virtuales, y el ordenador como pizarra, mantengo el ojo avizor para darles el lugar que se merecen. Todos, todos ellos ameritan un espacio muy especial, han sido instrumento de fantasía y compañía en el proceso de aprender. Gracias también a los seres queridos que han apoyado esta otra adicción… sean bienvenidos al universo de los lápices.

Y son también símbolo de memoria, de no olvido al terror en las aulas  de"La noche de los lápices" de 1976 en tiempos nefastos tiempos de dictaduras argentinas, contados el la pantalla por la homónima película de Héctor Olivera...., de no olvido de la infancia, de la escuela, del barrio y del recorrido que hemos ido dibujando en los meandros que vamos navegando..

Una pequeña muestra de la colección, quedan invitados a incrementarla!!! Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com