
Se inició la celebración con despligue de desfiles militares y bandas de guerra, que por acá les encantan. Será posible una fiesta por la paz y la reconciliación al son de notas militares? El concierto estuvo enmarcado por una agradable tarde, homenajes, aires folclóricos, no podía faltar el homenaje a Michel Jackson, con coreografía y todo. Sonó la chirimía, la marimba, el reguetón, la salsa y el vallenato. Miles de afrochocoanos se congregaron en un escenario que desconoció e invisibilizó la presencia de indígenas en la ciudad. Es cierto que los Wounaan y Emberas se encuentran en procesos de resistencia y que no participan de este tipo de actos, a su modo de ver con algo de circo y que no aportan a la solución de sus problemas, más cuando en este año han sufrido varios desplazamientos masivos de sus territorios, pero no hubo mención alguna a estas minorías, tan nacionales como cualquiera de nosotros.

En horas de la noche el concierto se le salió de las manos a los organizadores, hubo guerra de botellas, (afortunadamente plásticas), carreras hacia todos los lados, y para rematar pasó una vieja motocicleta haciendo estallar su exhosto, los asistentes pensaron que eran petardos o bala y ahí se armó la estampida final.
Queda la sensación que en el malecón a orillas del Atrato la noción de país sigue siendo frágil, que el Chocó anda bastante desconectada de la realidad nacional y a pesar de los circos de los consejos comunitarios, su presupuesto y su manejo es cada vez es más precario, la gobernabilidad se enreda, los reinados de belleza se negocian, las tierras comunitarias se usurpan, y para la mayoría de los chocoanos la independencia fue una historia que sucedió hace 199 años, pero que no ha mejorado sus condiciones de vida, pues siguen como en el siglo XIX, sin autonomía, escondiéndose de los barbudos que quieren sacarlos de sus tierras. El compromiso con los cimarrones, pioneros no de la independencia, sino de la libertad de los afros, aún no se ha hecho realidad!!!



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