En la historia de nuestra especie siempre ha estado presente la incertidum
Todos de alguna manera juegan con nuestros miedos, los manipulan, nos han hecho sentir débiles y estar casi obligados a recurrir a ayudas para poder sobrevivir antes y después de nuestro paso por acá. Confieso que en lo que llevo vivido me han asaltado infinidad de temores; creo que casi todos los días me enfrento a alguno. Podemos decir que están los inevitables, los que tienen que ver con la especie, en cualquier lugar del planeta, como la muerte, la enfermedad o la vejez; ante semejantes riesgos recurrimos a ayudas espirituales, a invocar al altísimo y a sus amigos, y a evitar riesgos tratando de ser más prudentes en la medida que nos pasa el tiempo.
Hay otros que tienen
En cuanto a los riesgos cotidianos le sentimos pánico a los accidentes ridículos e inesperados como por ejemplo que caiga del cielo una teja en nuestras cabezas, o a ser agredidos con un cuchillo por una loca energúmena. Le tenemos susto a la torpeza para resolver situaciones relativamente fáciles, o cuando perdemos la capacidad de decidir, le tenemos miedo a perdonar e incluso a intentar arrancarle momentos felices a la existencia. Le tengo miedo a la ignorancia, que es contagiosa, le tengo miedo a tragar entero y también le tengo miedo a las ausencias. Me asusta el mal gusto, las bocas venenosas, las pasiones truculentas y la deslealdad, pero tal vez lo que más espanta es el tiempo perdido y el desamor. Creo sin embargo que tantos y tantos temores pueden ser aliviados con un poco de sentido común, con las pócimas de palabras que estimulen la capacidad de ensoñación, y también con la fantasía, con algo de inocencia o arrimándonos a un árbol que nos brinde confianza y protección.
A veces el temor consiste en perder lo que hemos conseguido, lo que hemos asumido que nos pertenece, y creemos que la vida se puede entregar por empecinarnos en defender cosas, amores perros o afectos descarnados. Nuestro mayor tesoro es la existenci
Pero cómo hiciéramos para no estar asustados con los gobiernos perversos, con los campos minados o con los ríos contaminados? O con que se incremente el número de personas desaparecidas? El miedo es un sentimiento absolutamente humano, lo siente el guardametas frente a quien patea un penalti, lo siente la niña cuando le sudan las manos ante la proximidad del chico con quien baila, lo he sentido aferrado a una silla de odontología y también cuando no puedo rebatir alguna aseveración tendenciosa. A veces se me confunde con la ansiedad y otras veces con el dolor. Un oso de anteojos, una ballena o un antílope nos podrían dar una extensa conferencia sobre lo que sienten cuando perciben nuestra depredadora cercanía; por ahora mi mayor miedo es no tener cerca a quienes tanto, tanto quiero.
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