Con la procesión del santo
patrono, los gozos y los arcos en cada barrio, con concierto en el malecón y un
espectáculo de pólvora y fuegos artificiales se dieron por culminadas las
fiestas de San Francisco de Asís en Quibdó.
Qué agradable es saber que
estos espacios permiten la integración de los vecinos de los barrios en torno a
la preparación de las festividades; desde las jornadas de planeación, el diseño
de los “cachés” y los disfraces, los arcos, las verbenas, hasta la tradicional
invitación a compartir un sancocho en las casa de familia. Es reconocer que hay
tradición, que existe un tejido social propicio para mejorar unas fiestas y
evitar que ellas caigan en la rutina y en que sean “más de lo mismo”. Me llaman
la atención las comparsas que no responden a estrictos esquemas de los desfiles
de las grandes ciudades y más bien se acomodan a la geografía de las estrechas
calles de Quibdó, pero eso no da lugar a que en medio de ellas se atraviesen
peatones y motociclistas y que deslucen el evento.
Vistosidad y armonía |
Un sombrero pa'la fiesta |
No es fácil para un
visitante hacer el balance de lo que son las fiestas, lo más que se puede
decir, de acuerdo a los comentarios de buena parte de la opinión, es que las
fiestas se repiten cada año con un formato más o menos similar; en esencia, los disfraces, que son una
expresión de inconformidad, pueden ser similares en cualquier año, pues los
problemas son los mismos, pero sucede que a quienes tienen que ver con esos
problemas, poco o nada les importa la inconformidad del pueblo; más allá de
estos emblemas no hay una mínima sanción social para administradores y
políticos inoperantes o corruptos.
Quibdó en los últimos años
ha tenido un crecimiento desproporcionado, de ahí que los barrios franciscanos
ya no representan a la mayoría de sus habitantes, y el resto de la población,
en su mayoría proveniente de otros lugares del departamento, se siente
excluida; se hace necesario generar procesos de inclusión de las comunidades
que habitan los nuevos barrios para generar un mayor sentido de pertenencia con
la ciudad.
Las verbenas barriales
deberían repensarse para evitar caer en la rutina de recorrer unas calles donde
solo se venden licores y comidas rápidas, y los platos típicos cada vez son más
escasos. Las tarimas de espectáculos apenas cumplen con un mínimo objetivo de
distraer, y son más bien un espacio para promocionar el consumo de licores de
otros departamentos.
Quienes participen en los
revulús o bundes, deben entender que la policía no es quien debe brindarles
seguridad; es la misma población que debe autorregularse, para hacer más
agradable y seguro el recorrido, esta es una labor pedagógica que debe hacerse
principalmente con los jóvenes que, en un amplio porcentaje, no tienen un claro
concepto del significado y naturaleza de las fiestas. Los numerosos grupos de
chirimías que son el corazón que hace palpitar las fiestas, deben asumir con
mayor compromiso con la interpretación, algunas veces parece que están ahí
apenas por cumplir. Naturalmente se entiende que son unas fiestas de dos
semanas, que producen un desgaste tanto en los participantes como en el público
asistente, que Quibdó es una ciudad donde llueve casi todo el tiempo, que son una fiestas de carácter popular en
donde, afortunadamente, el acceso a lo que ofrece la fiesta lo tiene casi toda
una población pobre.
Devoción al santo patrono |
San Pacho y sus feligreses |
El San pacho sigue siendo
una fiesta con sabor negro, de piel, sonidos y sentir afro, así se incremente
cada año el número de residentes de otros lugares del país y haya afluencia de
algunos turistas extranjeros, esa es su esencia. Hay muchos elementos que
tienen que permanecer, pero en una ciudad en crecimiento, las dinámicas
cambian, y es necesario adaptar y reorientar el rumbo de una fiesta que no debe
intentar parecerse a carnaval alguno, y más bien recobrar autenticidad y ser
más incluyente con las nuevas generaciones de pobladores que han llegado a
Quibdó para quedarse.
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