¿PORQUÉ FRANCIA MÁRQUEZ SÍ?
Se va a cumplir el primer mes de la posesión del presidente Gustavo Petro y
su vice presidenta Francia Márquez, gobierno que anuncia profundas
transformaciones en la economía, en la política de tierras, en la conformación
de las fuerzas Armadas, en las formas de hacer política, en la transición
energética y política minera, en las relaciones internacionales y, ante todo en
el proceso que se ha denominado de Paz Total, y que ha levantado ampollas en la
opinión y en la oposición, que viene afilando sus argumentos y estratagemas
para debatir y criticar las acciones que se inician en pro de conseguir este
objetivo.
Las sinuosidades que se presentan en estos ajustes de política, seguramente
removerán los entresijos de las formas tradicionales con las cuales se venía
manejando el país. Son múltiples los caminos que se bifurcan y en donde,
seguramente, se van a presentar fricciones y ataques implacables de quienes no
quieren ceder sus privilegios, o no quieren aceptar que son posibles otras
formas de mirar y estructurar futuros promisorios.
La designación de Francia Márquez como Vice presidenta era una clara
premonición de la forma en que se tratarían estos puntos de inflexión. Ser
mujer, negra, víctima del conflicto, líder social, nacida en un territorio
comunitario que vive de la minería artesanal, en un pueblo del norte del Cauca,
son condiciones suficientes para que desde esa orilla se pueda tener una visión
de país más incluyente, menos indolente y esperanzador para los sectores más
desprotegidos por el Estado y más azotados por la violencia. Simplemente el
derecho a exigir los derechos implica unos cambios en las estructuras del
Estado, y estas deberían hacerse en el menor tiempo posible.
Francia Márquez nos trae la alegría de los colores, es como si nos
visitaran nuevas constelaciones estéticas, trae el sabor de la cocina
colombiana, del canto y el baile, trae esa alegría nostálgica de una étnia que
ha resistido con dignidad los embates de la exclusión y del racismo estructural
y soterrado de una sociedad arrodillada a las formas de vida y de gobierno
occidentales. Ahí también está la sonrisa, el derecho a la alegría, a “vivir
sabroso”, porque, como alguna vez dijo una señora en un caserío de las riberas
del río Atrato, la primera condición que anhelamos los pobres es estar
tranquilos, sin miedo, y vivir en paz.
Estas nuevas formas de diálogo que se nos plantean implican desaprender
también unos protocolos y adaptar esa representatividad a nuestra
idiosincrasia. Tal vez en esos ámbitos se pueden presentar circunstancias no
usuales, de pronto incomoden ciertas posturas que puedan parecer altaneras o
descorteses, tal vez en sus funciones Francia pueda expresar sus pensamientos
de manera inoportuna o “desafortunada”, y entonces sobrevendrá una lluvia de
críticas y hasta caricaturizaciones de sus actitudes. Pero lo que importa en
este caso es lo fundamental; nuestra vicepresidenta tiene muy claro en su
pensamiento lo que la identifica como una lideresa salida de las entrañas de
los “nadies” y en cuya figura se representa la Colombia invisible y olvidada.
Confiamos en que pueda rodearse de los y las mejores asesoras, que su voz
sea escuchada y que pueda cumplir a cabalidad con la tarea de posibilitar una
suma de equidades coherentes, y que al final del periodo se vea el trabajo en
mejores condiciones de vida para niños, mujeres y para quienes han depositado
su confianza y sus deseos en lo que ella encarna. Creo que lo mejor que podemos
hacer es desear que cumpla sus propósitos y enorgullecernos de que por fin los
aromas del chontaduro, el ritmo del bullerengue, las hermosas telas de las
parumas de las mujeres Embera, las bateas de las barequeras, los tambores, los
cantos de las mujeres piangüeras, la literatura afrocolombiana, hagan parte de los
escenarios donde se estructura el poder y refuercen nuestra identidad
pluriétnica y multicultural. Estos son argumentos más que suficientes para
decir: ¿Francia Márquez?, sí!
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