viernes, 30 de septiembre de 2011

SIN CHIRIMÍA NO HAY SAN PACHO

Disfraz del barrio Las Margaritas
En una época de complicadas situaciones de orden público continúan las fiestas de San Pacho. Aún cuando se vienen presentando fumigaciones de cultivos ilícitos, que de paso arrasan con los cultivos de pancoger de comunidades indígenas y campesinas de las cuencas de los ríos Baudó y San Juan, dejándolos sin comida y sin sustento; y en medio de protestas y bloqueos de las pocas carreteras del departamento sigue la fiesta.

Es el tiempo de las campañas políticas, que acá se caracterizan por presentar un panorama de escándalos, políticos tradicionales capturados acusados de corrupción, peculados, o vínculos con la parapolítica. Unos inhabilitados, otros en tela de juicio, la mayor parte con difusos programas de gobierno, ahí están los candidatos. Después del San Pacho vendrá la arremetida por la disputa de los votos, y el acceso al botín de los presupuestos y de los contratos.

Eso también se refleja en las comparsas, la protesta de un pueblo sumido en la pobreza, en donde se habla de un “Quibdó, ciudad de oportunidades”, pero donde se les olvidó incluir la palabra “Igualdad”, porque las oportunidades siempre son para los privilegiados o quienes están cercanos a los círculos del poder. Y a pesar de las protestas, el San Pacho, o mejor San Francisco de Asís, el santo de los votos de pobreza, no puede ser, o no debería, contribuír a hacer de la pobreza el patrimonio o la característica del pueblo quibdoseño.

Los maestros disfraceros se encargan de que cada barrio, elabore su mejor representación; utilizan todo su ingenio para expresar una idea de protesta que ha sido concertada en el “Concejo barrial”, esta generalmente es de carácter social, político o cultural. De ahí la importancia de su oficio, y como parte de una tradición festiva que necesariamente se tiene que salvaguardar.

Quibdó es una ciudad que carece de avenidas, que no cuenta con espacios verdes, y menos aún con arborización, sus comparsas y el revulú se aventuran por estrechas calles, y así de barrio en barrio se suman gentes de todas las edades, forasteros y turistas, lugareños y “paisas”, al bunde, que al ritmo de la chirimía, hace que cada tarde sea una auténtica y verdadera fiesta de un pueblo con identidad. Más tarde, en la noche, la fiesta se realiza en cada uno de los barrios franciscanos, que en orden riguroso se turnan para brindar a sus visitantes lo mejor de su hospitalidad y solidaridad de familia chocoana.


















Solo para ilustrar estos días de fiestas!!!!

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