En estos
días he visitado algunas de las más hermosas librerías del planeta. Es una
fortuna saber que hay verdaderos templos dedicados a valorar, difundir y
salvaguardar los libros y a estimular el gusto por su lectura. Una arquitectura
que le hace culto al saber, vaya uno a ver la Biblioteca Nacional de
Bielorrusia, o la Biblioteca de la UNAM en México, encontrar cómo en Coimbra,
en Salt Lake City, en Londres, hay
palacios imperiales, antiguos monasterios, esculturas como la Biblioteca
España en Medellín, que se han convertido en las casas de los libros.
Y en cuanto
a las librerías, pues me he enterado y he incursionado en recintos dominicos
transformados en tiendas de libros, las hay que han recuperado edificios
neogóticos, las hay vanguardistas y también antiguos teatros adaptados para
ello, como El Ateneo en Buenos Aires. En Bogotá, en cambio, se demolió el
teatro Aladino, de arquitectura Art Decó, para construir un bodrio en donde
funciona una librería!!!! ¿Cuáles fueron los motivos para que los dueños de la
librería (que tienen los recursos económicos para hacerlo) no hubieran
restaurado y adaptado el teatro?
Y estos
ciberviajes me invitan de nuevo a ponerme el abrigo y la bufanda, y salir a recorrer
las calles de Bogotá y sus librerías, uno de los placeres que más disfruto.
Algunas casas del sector de Chapinero y de la Soledad en Bogotá, han sido
convertidas en librerías, -Babel Libros, Casa Tomada-, siempre quiero visitar
algunas que tienen personalidad propia: Tornamesa, en el Centro Granahorrar
tiene la virtud y la ventaja de que además de libros venden vinos, y música,
pero no cualquiera!!! Acetatos de rock, pastas de clásicos del jazz… es un
lugar para consentir exquisitas adicciones. Otras librerías que vale la pena
visitar son la Madriguera del Conejo y Luvina, en la Macarena.
Hay otras
dos librerías, El Dinosaurio (en la 45) y Merlín, en pleno centro, que nos invitan a escarbar en las reliquias,
a degustar el papel, a sorprendernos encontrando de pronto un libro o una
edición que habíamos buscado durante años, a encontrar un estudio social, que
hubiéramos querido consultar. De los libros de segunda son mis preferidas.
Si hay algo
que me produzca una sensación de desolación es encontrarme en una casa de
licántropos, donde no exista una biblioteca, así sea minimalista, no sentir la
cercanía de los libros es como estar expuesto a la imbecilidad, es andar sin
escudo y sin yelmo cuando lo acomete la ignorancia, de ahí que en casa de los
amigos lo primero que busco es saber dónde tienen la suya, algunos se esmeran
por las ediciones, otros por el orden que le han establecido; tal vez lo que me
agrada es saber que ha sido leída, exprimida, que huele a los sueños de su
dueño. Un anaquel con libros siempre será una tentación y una sorpresa encontrar
ejemplares tan singulares como la historia de los juguetes, un paseo por las
calles del antiguo Budapest o sentir una invitación a volar al lado de las
mariposas del trópico.
A pesar del
paso del tiempo, de las inmensas ventajas del ordenador, de los Ebooks, la
figura física del libro es símbolo de literatura, es una deliciosa forma de
pasar el tiempo, de obligarnos a pensar, porque como decía Bufalino: “Está por verse si he ganado o perdido; lo
cierto es que sin los libros no hubiera podido convertirme de individuo en
criatura plural, de pedacito de hombre en hombre entero. De ellos he aprendido
sentimientos e ironías, incredulidades y creencias que nunca hubiera concebido
solo”.
Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com