viernes, 5 de julio de 2024

¿OH, QUÉ SERÁ?… LOS OCHENTA AÑOS DE VIDA DEL GRAN CHICO BUARQUE


Palabra prima

Uma palabra so, a crua palabra

Que quer dizer

Tudo

Anterior ao entendimiento, palabra.


Hay escritores que tienen la magia de la fascinación desde que nos adentramos en sus primeras líneas, hay voces que seducen cuando revelan sus canciones, sus palabras. Esas genialidades que nuestra sensibilidad adopta, son las elegidas para acompañarnos en el trasegar por la vida. Desde las épocas de inquieta juventud, han asistido con nosotros a este convulsionado cambio de siglo; junto a ellos labramos la banda sonora de este recorrido existencial y, tal vez, en el íntimo recogimiento e introspección, sus acordes nos han invitado a decidir la senda de caminos inusitados, nos sacuden de incómodos letargos o, a lo mejor, son paliativo para estrellas no alcanzadas y sueños inconclusos.

Ellos (y/o ellas), con sus atributos inteligentes, coherentes, comprometidos, con la generosa entrega de su obra, contribuyeron a moldear nuestra personalidad, abrieron oquedades en los imaginarios, nutrieron de contenidos las conversaciones y noctámbulas tertulias, animaron las horas de ocio, incidieron en nuestros sentires, y dejaron tatuajes en recuerdos y añoralgias.

En la cúspide de nuestras preferencias musicales hemos ido depurando una selección. En este caso no podríamos hablar de ídolos, más bien les podemos otorgar la categoría de maestros, de referentes artísticos, de escultores de notas que, aún hoy, quedan adheridas a nuestras fibras más sensibles.

Reconociéndole ese lugar de privilegio, estas líneas emergen del reconocimiento y admiración hacia Chico Buarque de Holanda, tal vez uno de los más grandes músicos, poetas e intelectuales del Brasil. Chico encarna algo así como la sumatoria del movimiento del Bossa Nova -de Vinicius de Moraes, María Kreuza, Tom Jobim, Joao Gilberto y Gal Costa, de Toquinho, Gilberto Gil y Milton Nascimiento, para solo citar algunos-, y la esencia de las músicas de su Brasil natal; la samba, el forró, la música popular, los sonidos de los músicos ambulantes y las cadencias de las tropicales pieles morenas de las playas y los carnavales.

Sus temas, que suelen transitar por estados de profunda melancolía y sentimientos eufóricos, como en la plenitud de la comparsa de una exuberante escuela de samba, se articulan en las confluencias del surrealismo de las vidas cotidianas que, con delicadeza y picardía, Chico explora con cabeza y corazón. Así, ese alquimista de la palabra “del poeta delirante, del profeta embriagado, de las fantasías de los infelices”, insiste que la belleza no será derrotada y que “los fantasmas seguirán suspirando por las alcobas”. Sostienen quienes se han adentrado en su obra que, uno de sus grandes atributos es “Contar el mundo con audacia, con una forma contundente de escribir, adelantado en el tiempo y con un ingenio e inteligencia visto en muy pocos autores de música popular en el mundo”. Las letras de sus canciones, que nos sorprenden con analogías crípticas y juegos de palabras, describen escenarios comunes, íntimos, se adentran en la esencia de los trovadores, agudizan su observación como el cronista que escudriña los inframundos trasgresores del malandro, se adentran en asuntos políticos para denunciar las injusticias, las duras relaciones entre el capital y los trabajadores, las catástrofes ambientales, y también se explayan en la exquisita y sensual voz de los amantes.

En Chico Buarque se reúne el dramaturgo de Vida y Muerte Severina, el cineasta de Bye Brazil y de Doña Flor y sus dos maridos, el escritor de las novelas Budapest, y El Hermano Alemán, junto al complejo músico, la voz que nos enseñó, al decir de Daniel Viglietti, a hablar en Latinoamericano, pues Chico es uno de los artífices de la comunicación entre las generaciones inquietas por el devenir de los pueblos. Así alimenta esa espiral de múltiples formas culturales que moldean concepciones y aportan a la construcción de constelaciones espaciales y éticas para mejores momentos históricos, para “zonas de despeje” más lúdicas, más fraternas, más humanas.

La primera vez que supe de su existencia fue a raíz de su canción “Construcción”, elaborada con letra muy singular, pues la última palabra de cada verso tiene una acentuación esdrújula. “Construcción” es uno de esos temas dolorosos, incómodos, que hablan de la degradación de las personas obreras en su relación entre el capital y el trabajo, una forma de sincretismo para denunciar los tiempos aciagos de las feroces dictaduras no solo en su país, sino en el continente; no hay que olvidar que junto a Toquinho fue obligado a vivir en el exilio. Su esencia de compromiso social, determina esa voz contestataria en “Cálice”, censurada tiempo después, cuando fue “entendida” por los sables del poder imperante.

Chico Buarque, el poeta admirado por el gran Willie Colón,  quien elaboró las estupendas versiones de Oh, qué será”, “La Noche de los Enmascarados”, “Miel”, “Amor barato”,  es exaltado en el sentir de Silvio Rodríguez, quien le dedica unos versos en su tema “Quién fuera”: “Estoy buscando melodías/Para tener como llamarte/Quién fuera ruiseñor/Quién fuera Lennon y Mc Cartney/Sindo Garay, Violeta, Chico Buarque/Quién fuera tu trovador….”, es ungido en su panteón  por Fito Páez y las nuevas generaciones de músicos y cantores que han versionado sus canciones en sones de tango, de fado, de jazz o de bolero, es el malabarista que con sus acordes reflexivos nos sugiere imágenes secuenciales, evocadoras y al mismo tiempo premonitorias.

La calidez y la sensualidad del idioma portugués ofrecen el cáliz para beberse sus músicas. Escucharlo es abrir la puerta a los deseos de encontrar y desentrañar esa saudade. Afortunadamente Daniel Viglietti y otros cantautores han hecho buenas versiones en español de sus más reconocidas canciones. Chico es un músico complejo, sinuoso, que obliga a pensar, que desdeña la banalidad y obliga a ir más allá del estribillo, que remueve prejuicios, su gran mérito es la virtud hacernos ver más allá de lo que se puede ver a simpe vista, que nos señala la necesidad de “desorganizar narrativas hegemónicas”.

Hacer este tributo en sus ochenta años a Chico Buarque es sentir profunda admiración por su exquisita y significativa obra, es un reconocimiento a su compromiso y reflexión crítica. Algunas de sus composiciones para “zarpar” hacia el conocimiento y disfrute de esa travesía sonora y vivencial pueden ser: Pedro Pedreiro, A Banda, ¿Oh qué será? A flor de terra, Construcción, Cálice, A pesar de voce, Bye Brazil, Cotidiano, Eu te amo, Uma palabra, Bastidores, Soneto, Fado Tropical, Geni y el Zeppelin…. Después cada uno de ustedes hará su selección. Ojalá Chico Buarque continúe entonando la “Samba do grande amor”, porque como lo expresó Fito Páez: “Chico Buarque tiene puestos los anteojos que dejé sobre un cuaderno con su rostro iluminando el cuarto, entrando en la mañana, carabelas de la nada, carabelas nada.” 



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