DOBLE NOCHE
Doble noche” se titula el más reciente libro de poemas de Samuel Jaramillo González:
“El libro se abre con la doble presencia de la noche: la noche del día y la
noche del desamparo; “noche dentro de la noche”, dice el poeta. En la noche del
desamparo cunde la sensación del despojo y el golpe diario de saber que no
existe el paraíso. Ni siquiera Dios habita en las sabanas de lloviznas y de
heladas. Solo el cielo y las rocas, es decir, el aire, la tierra, el agua y el fuego
confirman la existencia de este mundo. El ser humano es tan solo un inquilino.
Habla entonces César Vallejo en estos versos. Dios es un pobre Dios, como es el
hombre: miserable frente a las cordilleras y sus sabanas, las tormentas, la
intensidad del sol y sus voces amenazantes. Hombres y mujeres callamos como
invidentes. La impotencia, semejante a lo que fueron las sociedades primitivas,
conduce al sueño que solo las ramas movidas por el viento neutralizan. Es que
la vida es una herida que no se cierra, dicen estos versos. Y hay un lugar en
que se condensan los imaginarios del poeta: Bogotá con los cuerpos que se
funden en las noches de tinieblas. Este libro se cierra con una sentencia. “no
hay ayer. No hay mañana”.
Fabio Jurado Valencia
HERIDA
No hemos nacido para sufrir, pero
¿cómo no agradecer el don
de reconocer que la vida es una herida?
La Sabana sangra y allí camino.
Me alumbra un ojo que todo lo ve,
y la blanquecina luz que siempre acusa,
baña lentamente el sendero
por el que transito.
Es la hora de sentir por todos.
Sal sobre ardor, carne sin piel:
vivir es arrancarse.
La vida es una
herida.
Hay algodón
manchado en los rincones.
Tiembla la
córnea. Vacila el aire.
La vida es una
herida.
No podría
permitirme sanar de ella.
Sería
inexcusable.
SUEÑO DE LAS CIUDADES
Las altivas ciudades del amor
se van apagando una a una.
Sus ríos oscuros, como siempre,
buscan sus rutas acostumbradas.
Una estrella extraviada
se refugia en tu pecho.
El tenue reflejo de tus senos lunares
es la linterna que iluminará
este firmamento vacío.
A mi bastón ciego
tendrán que florecerle ojos nocturnos.
Las ciudades del amor
se van despidiendo una a una.
no despertarán sino después de siglos.
El aire negro que se arremolina para envolverlas
no garantiza que tendrán un sueño tranquilo.
EPIGRAMA EN UN ESPEJO
En el espejo
empañado por mis suspiros
mi dedo inseguro
ha trazado las palabras:
“Te amo”
dice el espejo
por unos segundos más.
Y el poeta esgrime sus razones, tantas seguramente, como el gran Cátulo Castillo cuando escribió la letra del tango “La última Curda”: Ya sé... no me digas... Tenés razón/la vida es una herida absurda,/y es todo, todo tan fugaz,/que es una curda /- nada más!-/mi confesión!...
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