domingo, 15 de diciembre de 2024

LA ESPIRITUALIDAD EN LOS PUEBLOS ANCESTRALES INDÍGENAS Y SU INDISOLUBLE VÍNCULO EN SU RELACIONAMIENTO CON LA NATURALEZA EN SUS TERRITORIOS.

 


“Desde cuando Pacoré transmitió el conocimiento sobre el manejo y el uso del bosque, aconsejó a su primer alumno Jaibaná yerbatero para que le ayudara a la gente, hiciera el bien y enseñara dicho conocimiento a la gente que tuviera buen corazón y voluntad para servir a su pueblo… Los Embera aprendieron cosas de los animales, los árboles, las plantas, los cogollos, los animales, tienen muchas funciones y destinos, por ello el espacio donde se desarrolla nuestra espiritualidad y nuestro conocimiento es el territorio, en su articulación permanente con todo lo que hay en él”.

Alberto Achito

En el pensamiento de los pueblos ancestrales todo lo contenido en el universo -tierra, astros, fenómenos atmosféricos, animales, plantas y minerales- tienen un origen común y son parte de una misma familia. No hay línea divisoria entre el hombre y los demás elementos de la naturaleza; sin embargo, estos últimos están sujetos al hombre con la condición de que este cumpla su parte de compromiso: hacerles ofrendas, pedirles permiso y respetar sus derechos.

Para los pueblos ancestrales el territorio es la fuente de la vida, lo constituye el espacio de origen de la vida, de la gente, de las plantas, de los animales, el agua, el viento, el día y la noche. Es el espacio vital, parte de su historia y el espacio donde se unen la cultura y el conocimiento.

 

El “Canto del Jai”

El agua y la tierra son una unidad esencial, el barro es la unidad entre la tierra y el agua. El Jaibaná encarna la condición de pleno equilibrio entre el agua, la selva y el hombre, y a ella debe su poder. De ahí su importancia en la armonización de la espiritualidad con la naturaleza y sus designios en la orientación de los principios que rigen la relación de los pueblos ancestrales con la selva y los ríos. Esa autoridad espiritual es la que puede mantener el orden para el manejo de los territorios, en sus relatos están cifrados los elementos de cohesión y de estructuración del pensamiento, pues, como ejemplo, según sus relatos, “la gran culebra se transforma en arco iris cubriéndose con una corona de plumas de pájaros de colores.”

La espiritualidad de los Jaibanás, hombres de conocimiento, que abarcaba los dominios que llegaban hasta el nivel cósmico, el poder sobre los fenómenos naturales, los animales, la curación de la tierra, actividad propiciatoria de la agricultura, era el soporte principal de un pensamiento del profundo respeto sobre el entorno, pues los Jaibanás “son las almas de los muertos que han encarnado de nuevo en animales de diversa especie”. El Jai es la esencia de las cosas, considerada como algo vital, es el dueño de los espíritus de los animales relacionados con la enfermedad y la muerte, espíritus del aire, el agua y el monte, es la máxima autoridad espiritual y reafirma su papel definitivo en el control y manejo del medio ambiente, en la regulación de los ciclos de cacería y de pesca, en el tamaño de la población humana, para asegurar la continuidad de las especies animales…

Los lugares principales del diario acontecer, selva (tierra) y río, así como el mundo subterráneo y el cielo, aparecen diferenciados y caracterizados, pero el movimiento que los une en su diferencia, los hace parte de una unidad de lo múltiple, como unidad de lo diverso.

“Si aceptamos que ese territorio es parte nuestra, y nosotros parte de la selva, hay abundancia, salud, fortaleza espiritual. Podemos convivir en armonía entre los dos mundos. La selva alimenta nuestro espíritu, el cuerpo físico y el territorio que habitamos”.

Diana Quigua


Para los grupos los pueblos indígenas del Pacífico los saberes ancestrales[1] constituyen un sistema de prácticas, costumbres, informaciones, usos y tradiciones de vida que determinan su existencia. Su cosmovisión es la fuente principal inspiradora de principios y valores éticos que pueden asegurar prácticas sostenibles y convivencia armónica con la naturaleza.  Los saberes ancestrales ambientales se entienden como un "sistema complejo de conocimiento-práctica-creencia". En el caso de los Eperara K’Inisia waibua (pensamiento grande), es el que lleva a la fusión de todas las fuerzas y energías de la comunidad, la defensa de la vida, de todas las formas de vida, del respeto,

Los Embera, Katío, Chamí, Wounaan y Tule han habitado las selvas del Pacífico durante milenios, sus referentes de la espiritualidad, principios y sentires, con seguridad, también están presentes en el alma de otros pueblos, como los Eperara Siapidara, que habitan esta franja selvática del país. Los Emberá son “gente de río” y “gente de montaña”, en los tambos ombligan su espiritualidad como soporte para hacer mención a la vida, a la cultura y a su relación con la naturaleza, a través de todos y cada uno de los elementos que conforman la selva. Existe una asociación fundamental entre la flora y la fauna, desde el pensamiento mítico, como una forma de entender el funcionamiento de los ecosistemas, y también desde la geografía mítica representada en algunos lugares por la fauna sobrenatural, íntimamente ligada con las especies naturales, aporta elementos importantes para el conocimiento y comprensión de sus territorios como Espacios de Vida.

Aunque su proceso de aculturación no es uniforme, sus habitantes y sus territorios han sido golpeados por la ignominia, el saqueo de los bosques y el abandono, sus elementos culturales han sufrido grandes transformaciones, especialmente en el vestido y aspecto personal, en los rituales, la cosecha y la recolección, en la transmisión del conocimiento médico y botánico, en la autoridad y el rol de los Jaibanás. Aun cuando llegan cambios sustanciales en el gobierno de las territorialidades, como los cabildos, hay un orden preexistente y unos sistemas de regulación propios de los pueblos: Todo cambio es un pacto de permanencia, tiene que identificar lo que va a permanecer, porque, de lo contrario, solo genera resistencia.

 “Si bien el impacto ambiental del nuevo uso que se hace de la selva húmeda en los territorios indígenas, constituye en una verdadera hecatombe, no lo es menos en lo que sucede en el orden social y cultural. A los sistemas de producción que generaban seguridad alimentaria, les sucede el modelo dependiente de mercados externos, al ideal de ordenamiento del territorio desde la propia visión cultural, le sucede la imposición ejercida por actores externos. La colonización y la utilización de los territorios para cultivos ilícitos ha generado un espectro amplio de prácticas ilegales, al igual que la economía extractiva y los agro negocios como el establecimiento de cultivos de palma aceitera.

La llegada de la religión católica acentuada por la valoración del dios católico como el único, ha limitado la concepción y la función de los Jaibanás al de la condición de curanderos. Este cambio de concepción religiosa también limita el conocimiento y la relación de espiritualidad con el territorio y con el uso y manejo de los recursos naturales. La transformación acelerada del pensamiento indígena sobre su territorio, no ha impedido, sin embargo, que se sostenga aún sobre elementos que la tradición y sus mitos revalúan y evolucionan. Desde tiempos ancestrales hasta el presente, los fundamentos espirituales son orientados por los mayores y líderes religiosos que son hombres o mujeres de edad avanzada, de buen corazón, que enseñan mediante consejos para vivir en armonía y la práctica de las rogativas, que son rituales con cantos y danzas para librar a las comunidades de males o acciones dañinas en sus territorios.

Es evidente que la valoración del paisaje regional por parte de la sociedad occidental no es compartida plenamente por las culturas afro indígenas y es, principalmente por la noción de espiritualidad, de memoria y herencia que pervive en su pensamiento y en su concepción de territorio colectivo para la vida. Estas apreciaciones ameritan que cada acción que incida en los ecosistemas, deba contemplar necesariamente la espiritualidad de sus pueblos como valor y principio. Alguien me decía que los mapas primero se elaboran en la mente, antes de dibujarlos en el papel. El desarrollo va más allá de la infraestructura, el desarrollo humano implica una revolución del pensamiento (volver la vista atrás, reforestar la ética ambiental) para entender que el futuro debe estar cimentado sobre el cuidado de la casa común, pues como sostuvo el Padre Stephen Rist: “Un “desarrollo orientado al contorno exterior, y sin relación con el mundo interior, de tipo espiritual, a fin de cuentas, carece no más de sentido…”

Entre las dos vertientes de pensamiento, la del pueblo negro y los pueblos indígenas existen vasos comunicantes, principios que se superponen y coinciden. Hay axiomas definitorios del pensamiento como pueden ser: “Todo lo que existe en el universo está conectado por un hilo espiritual, la fuerza vital no existiría sin esa conexión con la naturaleza”.

Coinciden también al expresar que “Todos somos naturaleza, no importan nuestras creencias”. Así, van tejiendo el pensamiento, en el sentido en que disponen del tiempo y la voluntad para sentarse a pensar, pues nuestros cuerpos son simplemente un caparazón material, que sustenta la esencia del espíritu y de la misión a cumplir en el paso por la vida. Siendo así, el cuidado de la naturaleza es un acto de amor propio.

Todo conocimiento debe reflejarse y aportar a la realización de acciones concretas; en esa valoración de sentimientos y relaciones, la Paz Total es lograr la armonía y el equilibrio, y esto implica necesariamente, “entender otras formas de entender”. La espiritualidad en el relacionamiento con la naturaleza se convierte así en un EJERCICIO DE RESISTENCIA.

 

“CADA VISIÓN DEL MUNDO QUE SE EXTINGUE, CADA CULTURA QUE DESAPARECE, DISMINUYE NUESTRAS PROBABILIDADES DE VIDA”

Octavio Paz

 

MARIO ESPINOSA COBALEDA –  2024



[1] La denominación de ancestral obedece a su origen y carácter hereditario, sus profundas raíces milenarias, las cuales han sido creadas, transformadas y desarrolladas de manera colectiva por parte de los pobladores, en una relación responsable y respetuosa tanto con el territorio como con la naturaleza circundante, lo cual hace que pertenezca al total de las etnias.

 

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