martes, 8 de diciembre de 2009

TANGO, POR FAVOR UN TANGO!!!!

Sí, en la lejanía se nota mucho más su ausencia. Y no es porque no se puedan cargar sus acordes en los bolsillos, en un IPOD, en la USB, o en unos cuantos cds. El tango es mucho más que eso, es memoria de ciudad, es paisaje nocturno, es encuentro y desencuentro.
¿Cómo dejar de percibir sonidos que evocan los barrios, los conventillos o casas de inquilinato de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, o sus nuevos y electrónicos acordes que no por eso dejan de entrever su alma? el tango como música urbana se ha adueñado de los lugares que le ha ido otorgando el tiempo: antros y lupanares, cabarets, las mesas de los bares, las esquinas, los sitios de tertulia, las calles con sus faroles, los grandes salones de sociedad y los territorios íntimos que vamos construyendo para sentirlo cerca.
Porque nació para bailarlo, para palpar la cercanía pasional y sensual de los cuerpos, como ritual de pieles, más tarde con suprema modestia aparece el bandoneón, ese fueye con madera y nácar que le aporta una dosis extrema de melancolía, y así llegan las luminarias que van complejizando y engalanando su escenario: los cantores, los poetas, el violín, los sextetos, los directores de grandes orquestas típicas, los grandes músicos. Ni siquiera intentar hacer aquí una antología de aquellos que se fueron pero están, con Gardel, Troilo, Goyeneche, Manzí, Discépolo, Canaro y Piazzola tendríamos un primer anillo del Olimpo en el cielo que ilumina la cruz del sur.
Una sola perla de su poesía puede ser esta:
“Pena / me dio encontrarte / pues al mirarte / yo vi brillar / Tus ojos / con un eléctrico ardor / tus bellos ojos / que tanto adoré…”
El tango es así, excelso, clásico y arrabalero, acoge en su alma trashumante el influjo del Jazz, busca en el dodecafonismo trascendencia, admite con expectativa los sonidos del rock, permite que los sonidos electrónicos le den un aire juvenil… y ahí está, desde la majestuosidad del Piazzola que deleita en la exquisitez de cada acorde, que está para ser escuchado y deviene pura sonoridad, pasando por la sorprendente Adriana Varela, a los renovados sonidos de Bajofondo, Tanguetto o Gotan Project. El tango, a diferencia de otras músicas exige sus espacios, la barra de un buen bar, la soledad acompañada, el humo, el telón de fondo de una pareja que lo baila, los contertulios de la mesa de al lado, o el cantor desafinado que evoca. En mi larga trayectoria de tanguero he vuelto a descubrir o he reencontrado piezas que fueron escritas hace más de cincuenta años y tienen la vigencia y la frescura de una manzana verde; aunque se intente, el tango ya no es moda, está inmerso en una legión de iniciados que lo seguimos degustando, otorgándole el lugar que le corresponde, algunas veces con algo de dolor, con el alma en pena o en la esplendidez de la sonrisa.
Es también una cuestión de actitud, no necesariamente se le debe asociar con la amargura o el desamparo; por el contrario, es el encuentro con la reflexión, con el disfrute de la noche, con el tiempo para uno, con versos más próximos al sueño, al tiempo, a la locura. El tango es decir amigo, que es casi la mejor palabra, cuando se encuentran afinidades, gustos similares y anacronismos podemos entender que existe algo de melancolía y de ternura en común, que es posible la camaradería y la complicidad, es también una lente de aumento para ver las fisuras del amor y un arco para enviar flechazos al infinito.
En tiempos recientes han vuelto a salir al escenario los bailarines haciendo alarde de sus habilidades acrobáticas, son más bien coreografías concebidas para el espectáculo, vuelven los salones de baile y las milongas. En mi caso prefiero escuchar el tango, leer sus letras, es un pretexto para sentirlo y para vivirlo, para verlo en el cine… de ahí que me resista a verlo en DVD; el tango es para compartirlo con amigos, desempolvar los viejos acetatos, no resiste los audífonos, no está hecho para los parlanticos del computador, no va de día.
Las veces que la vida me ha invitado a tomar camino, en los puertos donde he anclado busco un bar en donde pongan tangos y boleros, casi siempre lo he encontrado y con esta ayuda la cotidianidad brinda ángeles complacientes pródigos en la palabra y en el sentir. Y llego a la ciudad donde estoy ahora y la orfandad de tangos es total, es como estar en Kuala Lumpur, y así no se puede… por eso cuando pienso en los lugares donde escucho el tango y me entra la nostalgia, me dan ganas de tomar mi abrigo y la bufanda, de recorrer una callejuela bajo la luz de la luna, llegar a la barra del Viejo Almacén, decirle a Marielita que me sirva un vaso de lo mismo y que ponga un tango, por favor, un tango!!!!
Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com

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