miércoles, 30 de noviembre de 2022

 

El Sistema de Conocimiento Ancestral de los cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad –UNESCO-

 

LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA NOS HABLAN DESDE EL CORAZÓN DEL MUNDO



“cada pájaro y cada animal tiene su espíritu, tiene su canto, exactamente como la lluvia, el viento y el llanto”.


Y primero estaba el mar….. Aluna era el mar, Aluna era un espejo de agua…. brotó luego el resplandor de la sabiduría, y en ese destello se inventaron las palabras…. Y dentro del espejo de agua se veía ya la Sierra Nevada. Hicieron entonces música de viento y tambor y cantaron como aves. Formando una montaña quedaron las nueve hijas de Aluna, las mismas que estaban dibujadas entre la espuma de la mar….

Ahí están, ahí permanecen, en una resistencia pacífica han sobrevivido al exterminio, al sojuzgamiento y a la destrucción de los conquistadores, de los colonos, de los grupos armados, de los narcotraficantes, de los terratenientes, de los misioneros capuchinos, de los pastores de las nuevas religiones, de los mineros, de políticos mañosos, y hasta de los empresarios del turismo que apetecen su fascinante territorio. Kakuseránkua, la Sierra Nevada, esa privilegiada montaña que besa el mar y llega a tocar el cielo en sus más altas cumbres, es la morada ancestral de cuatro pueblos milenarios, que se consideran descendientes de los Taironas: Los Kogui, Wiwa, Arhuaco y Kankuamo. Ellos, según su Ley de Origen, tienen como misión cuidar la naturaleza y el universo.

Desde su prodigioso conocimiento ancestral, los Mamus, han tejido un pensamiento que trasciende, que se eleva y convive con la Madre Tierra, nuestro lugar, generadora de vida, de la cual procedemos, de la cual dependemos, y adonde retornaremos en el ciclo cumplido con la muerte”. Ellos, los Mamus, y ellas, Sakas, saben de las estrellas, de los antepasados, de las piedras, del fluir de las aguas, de sus lugares sagrados y sus pagamentos, de los mandatos que sustentan la existencia y convivencia en armonía tanto físico como espiritual de sus pueblos, el legado invaluable que ha sido transmitido de generación en generación, y que permite el diálogo entre los seres humanos y la naturaleza.

Los mayores, las mujeres y los niños han entendido cuál es su misión en el mundo, ellos saben del universo y sus fuerzas vitales, de sus dimensiones como seres humanos y la de los otros seres. Han tomado conciencia de sus conductas prohibidas y acatan sus principios de la justicia y del derecho propios, han establecido unos códigos de autoridad y de permanencia en el territorio, que definen su identidad, su memoria y su cultura.

Así la representan en su vestuario, en sus músicas de flautas, tambores, caracolas y maracas… en sus cantos y sus danzas; en los tejidos de sus mochilas y en preciosos diseños que significan senderos, caminos de herradura, rayos, hojas, y que identifican a quien las usa, ya sea hombre, ya sea mujer, sea autoridad o guía espiritual.

En sus Kankurúas o templos ceremoniales, los adultos, con su inseparable poporo, al compartir las hojas de la coca, esa planta que les ha sido otorgada por los dioses, orientan el espacio de sus pensamientos y sus acciones en procura de defender sus derechos y permanecer en ese territorio que les pertenece ancestralmente y  han delimitado con la llamada “línea negra”.

Los jaguares y colibrís de color verde esmeralda, van mostrando los senderos que llevan a Nabusimake o a Teyuna; van con sus ovejas, sus perros y su asnos, las mujeres hilan la lana, los hombres tejen mantas, muelen caña, y por su sabiduría y su hermanamiento con la naturaleza en una relación espiritual, histórica y trascendental, se consideran nuestros “hermanos Mayores”

Por esto, y mucho más, hoy 29 de noviembre la UNESCO ha declarado como Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad el Sistema de Conocimiento Ancestral de los cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Es muy complejo para la sociedad occidental entender en su dimensión un pensamiento coherente y lúcido que trasciende el bienestar determinado por el éxito, el progreso y la estabilidad económica, aún a costa de pisotear la permanencia de las demás especies, (inclusive de la nuestra) de propiciar su extinción o la desaparición de su hábitat. Tal vez, en un futuro no muy lejano, y ojalá no sea demasiado tarde, logremos entender esa concepción de vida que, siendo diferente y profunda, nos puede dar pautas para lograr una armonía y un equilibrio como colectividad, esa que se ha ido perdiendo al exacerbarse las brechas de la desigualdad y la exclusión. Aún es tiempo de escuchar la voz de Seizánkua… Estas notas son tan solo una invitación a las personas lectoras, a adentrarse en el fascinante mundo de los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta, y reflexionar sobre un pensamiento que cautiva con la poesía, la fantasía, el simbolismo y una filosofía ancestral, como un faro no convencional para la comprensión de la razón de ser de nuestra limitada y efímera existencia.

 

martes, 22 de noviembre de 2022

A Pablo Milanés In memoriam… Quisiera fuera una declaración de amor….

 

De qué callada manera

Se me adentra usted sonriendo

Como si fuera la primavera

Yo muriendo

Yo muriendo….

 

La Nueva Trova Cubana está de duelo…. ha trascendido el gran Pablo Milanés. El cantor, el cantautor que con su guitarra caminó de la mano de la revolución; de esta revolución de la que pregonaba: “No vivo en una sociedad perfecta”, que la entendió y amó, que fue consciente de los muchísimos aspectos que habrían de mejorarse, de las nefastas consecuencias de un bloqueo y de la poca solidaridad de muchos pueblos con su adorada isla.

En los laberintos del compromiso, en las formas de las nubes en el horizonte, en las callecitas del más puro sentimiento, en sus proposiciones de encuentros entre espíritus y Orishas para inventar bellas apariciones, en medio de la consciencia plena del camino andado… ahí se nos mostró íntegro y con sideral lucidez, queriendo “Celebrar la primavera en el hermoso letargo de tu cuerpo”

Sus canciones de compromiso social y político “Si el poeta eres tú”, Pobre del cantor, Todos los ojos te miran, Amo esta isla”, se conjugan y complementan en las bellísimas estrofas de “Yolanda, Ya ves (sigo pensando en ti), De qué callada manera, Yo no te pido, El primer amor, El breve espacio en que no estás”, o en obras existenciales como Para Vivir, Recuento, o En Paz. En su oceánica inquietud,  de manera simultánea y contemporánea escarbó en las raíces de su identidad, y se adentró en el son, en el bolero Filin, en los homenajes a los grandes boleros mexicanos, en el reconocimiento a la música tradicional y a sus cultores.  

Pablo Milanés, es uno de los músicos más grandes que prodigó la vida a nuestra generación idealista, contestataria, profundamente crítica de anacrónicos sistemas de dominación… Pablo, una voz del inconformismo, de la rebeldía, y también de testimonio del triunfo y el sacudón de una isla tratada como lupanar del imperio. Cada obra suya es un poema, tiene la exquisitez del lenguaje bien tratado, de la pulcritud y la belleza de la palabra, del inmenso respeto hacia una audiencia que lo seguirá queriendo y disfrutando. Esa es la huella, el reconocimiento de quienes te admiramos y hoy te hacemos homenajes en múltiples rincones de las atribuladas geografías de la inequidad y la injusticia.  Junto con una simbólica flor en tu tumba, va el agradecimiento por mostrar la posibilidad de la belleza, el sentimiento, y la permanencia del amor, aún en los más intrincados y conflictivos momentos de la existencia.

Las letras de sus canciones no dan  importancia alguna a los bienes materiales, son una demostración de  los atributos y valores que nos corresponden cuando van más allá de las mercancías y la ostentación; el erotismo tuvo en él, el tratamiento exquisito que merecen los excesos con amor. Su apego por el Mar Caribe, por las noches cubanas, por su Habana secreta, es una invitación al ensueño y a los encuentros con nosotros mismos, esos que a veces olvidamos por estar inmersos en trivialidades y absurdas pretensiones. Su música, querido Pablo, que nos ha acompañado desde las épocas de inquietos estudiantes, en noches de peñas, vino y cigarrillos, en extenuantes tertulias, acompañadas por tocadiscos y grabadoras con tu música de fondo, en amaneceres de trasnocho, en los antros de juvenilias pobres al compás de la guitarra de algún aficionado cantautor,  tu música y la herencia de una existencia coherente, son la huella indeleble con que nos has tatuado, y “Si ella me faltara alguna vez, si ella me dejara de querer, si ella se olvidara de cantar, si ella no inundara esta ciudad, Yo no escribiría esta canción”.

Pablito Milanés: Que tu viaje hacia las constelaciones sea plácido y sereno; que tu luz siempre sea una guía para los soñadores y poetas que creemos aún en la utopía de concebir y vivir en una sociedad mejor y mucho más humana. Hasta pronto…. Hasta siempre!!!! 



miércoles, 16 de noviembre de 2022

 

ALGORITMOS DE CIUDAD

Acodado en montes que ayer fueron ciudades

Polifemo bosteza.

 

Octavio Paz, “Himno entre las ruinas”.

 

La ciudad, ese maravilloso invento de la humanidad, magia que nos permite interactuar y establecer códigos para regularnos, es una concepción mental para que sin conocerse, (o saber de su existencia, eso creemos)  los “Homo Sapiens” hayan  erigido centros urbanos en los cinco continentes. Cuzco, Machu Picchu, Petén, Uxmal, Oxkintok, Teotihuacán, Teyuna, Bacatá, Babel, Ur, Babilonia, Petra, Luxor, Alejandría, Zanzíbar, Mombasa,  Damasco, Sidón, Samarkanda….. Tebas, Mitilene, Qubala….. son tan solo algunas de las ciudades más antiguas y evocadoras del planeta; su fascinante historia nos puede llevar a hacer viajes maravillosos en el tiempo. Las huellas de su arquitectura, la reconstrucción de la vida cotidiana de sus pobladores, su simbolismo político, religioso, cultural nos invita a admirar la inspiración de sus gestores, de quienes adoptaron esa concepción de sedentarismo que propició el que los hombres se agruparan para convivir y concebir la noción de futuro.

Vivir en comunidad, establecer sociedades, crear vínculos, espacios públicos, vías y corredores, escenarios culturales, de recreación e intercambios, mercados, normas sociales, escalas de poder, autoridad y gobierno, acceso al agua, entre otros, implicó la aceptación de normas, derechos y deberes; a partir de ahí se erige la categoría que se sintetiza en una palabra magistral: CIUDADANO.

Tal vez uno de los más bellos libros que ha llegado a mis manos se titula “La Enciclopedia de las cosas que nunca existieron”. Este recorrido maravilloso por la fantasía nos lleva a soñar con las ciudades de las Mil y Una Noches, viajar hacia la Atlántida, intentar escalar la ciudad amurallada de Camelot, pasear por la calle principal de la ciudad matriarcal de Kor, embriagarnos hasta la hilaridad en Vinolandia, hacer expediciones en busca de las ciudades de El Dorado, o las desconocidas que en sus viajes visitó Marco Polo, o como Tomas Moro, imaginar la capital de Utopía, en donde habitaba una sociedad ideal, pero imaginaria.

El cine, las artes y la literatura están repletos de referentes y obras que miran a la ciudad como un animal de mil ojos, como si cada calle, habitante o bombilla fuera una estrella indescriptible y única de esa gran galaxia que se refleja en la noche, en la bóveda celeste de una dimensión que apenas intuimos en su fase más incipiente. Cada uno de nosotros podría hacer una antología de sus mejores lecturas y referentes sobre las ciudades, ya sea imaginadas o reales, de paisajes urbanos, de ciudades de viajeros, de míticos lugares, de evocadores y abigarrados bazares, o de cicatrices  que deja el tiempo en las preciosas ruinas de palacetes y olvidados recovecos. O, porqué, no, viajar a las ciudades de los superhéroes:  Ciudad Gótica, Metrópolis, o Springfield.

Italo Calvino, en su libro “Las Ciudades Invisibles” que son sus ciudades inventadas nos hace una poética reflexión sobre la ciudad y la memoria, la ciudad y el deseo, las ciudades y sus nombres, las ciudades y los muertos, las ciudades y el cielo, las ciudades escondidas…. Estas ciudades, todas con nombre de mujer, como Diomira, ciudad con setenta cúpulas, Anastasia, una ciudad bañada por canales concéntricos, Octavia, la ciudad telaraña, Eudoxia, ciudad de callejones sin salida, Moriana, con sus puertas de alabastro, transparentes a la luz del sol, Clarisa, con su historia atormentada.

Este amor a la historia de las ciudades lleva inevitablemente a la pregunta: ¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? Este interrogante abre un amplio abanico de inquietudes sobre la complejidad de las  megalópolis, sobre las transformaciones e incongruencias entre la cuidad soñada, la ciudad planeada y la ciudad real; los inframundos y los suburbios, sobre la migración y las identidades. Cuáles son las travesías e imaginarios urbanos para viajar por los vericuetos y las playas de concreto. Cuáles y cómo enfrentamos los miedos en esquinas desconocidas,  el peligro que acecha con las sombras, o paranoia que producen la velocidad, la muchedumbre  y el delito.

Néstor García Canclini nos habla de automovilistas y peatones como “dos bandos enemigos” de los territorios que trascienden los entornos habituales y en donde se experimenta “que la urbe sigue más allá” donde se evidencia el desconcierto ante lo inabarcable e incomprensible. Por lo menos las ciudades latinoamericanas, entre ellas las colombianas libran una feroz contraposición entre la promoción de sus “imágenes amigables”, frente a los imaginarios soportados en recurrentes hechos traumáticos de violencias, exclusión, polarización, pobreza y miedo, de congestión, desorden y tumultos. De ahí que atravesar las ciudades pueda ser considerada casi una proeza.

Bueno, ¿y las ciudades sostenibles? Es evidente la percepción de la ciudad como una trampa en la que muchos de sus habitantes marginales intentan sobrevivir; Bogotá es una de ellas. Hay impactos ambientales que se suman a todos los factores de riesgo y salud de sus habitantes; aún con la calidad del aire que respiramos, nos oponemos a los esfuerzos por disminuir la huella del carbono, a entender que el cambio climático es una realidad que se evidencia en las catástrofes que vivimos en las prolongadas épocas de sequía o lluvias. En una ciudad donde ni siquiera sabemos el nombre de nuestros vecinos, se hace necesaria con urgencia transformar los hábitos de vivir, de volver a humanizar la ciudad, descentralizar la cotidianidad, para evitar los extenuantes viajes en procura de trabajo o servicios, algo así como el principio de Blas Pascal, en donde “el centro esté en todas partes y la circunferencia no exista”.

Con las evidencias contundentes que se nos presentan debemos asumir que la transición minero energética es nuestra obligación con el futuro de nuestra especie, que el cambio climático sí es una amenaza real para provocar la extinción de la humanidad, que las energías alternativas son el camino, así sean en principio, financiadas con recursos de las explotaciones del petróleo. Se podría avanzar con sensatez y prudencia buscando transiciones ordenadas y planeadas para hacer mejores hábitats. Sin embargo, ello solo será posible si cada uno de nosotros, como ciudadanos y pasajeros urbanos, ejercemos la ciudadanía de manera consciente y coherente, Solo así podríamos enfrentar la incertidumbre del caos que avanza y de una gobernabilidad en crisis, pues, aunque el urbanismo puede hacer las ciudades más amables y acogedoras, la ciudad es la gente y sus actitudes y amor (o indolencia) hacia ella.

De ahí la importancia de las políticas y acciones artísticas, culturales, pedagógicas en la formación de ciudadanos y ciudadanas, con pleno conocimiento de sus derechos y deberes… tal como ocurría en Atenas o en las ciudades imperiales de la China, o como sucede en algunas ciudades del viejo continente.

Porque como decía el poeta Constatin Kavafis:

“No encontrarás otro país ni otras playas

Adonde vayas la ciudad te seguirá

En las mismas calles vagarás

Y en los mismos barrios y suburbios envejecerás”.

martes, 1 de noviembre de 2022

 

Los revoltosos Embera Chamí

Nos acostumbramos a verlos en las ciudades, recorriendo calles, sentados en los andenes, vendiendo baratijas, cantando, bailando o buscando quién les compre sus collares de chaquiras. Nuestra indolencia con sus mujeres y sus hijos rompe el mínimo sentido de la solidaridad… a veces pareciera que los despreciamos, que son un estorbo que afea el paisaje y que su pobreza nos emputa.

Nos molesta que invadan un parque, que beban chicha y aguardiente, que se tomen las puertas de un ministerio, o que se quejen porque viven hacinados a expensas de la precaria caridad de la administración de una ciudad que los trata como a delincuentes o habitantes de la calle.

Y están en las ciudades porque han sido expulsados de sus tierras, porque en épocas remotas fueron arrinconados en las cabeceras de los ríos, porque la colonización antioqueña invadió sus territorios con el argumento de que eran tierras de nadie….  Porque apareció la fiebre del oro, porque llegaron muchos grupos armados, porque en los lugares donde reposan sus voces mayores se construyeron represas, porque les quitaron la posibilidad de cultivar…. Porque sus Jaibanás han sido impotentes en su labor espiritual de conservar el equilibrio en sus territorios, porque su dios Karagabí no ha podido contrarrestar las fuerzas del espíritu del mal de Tutriaka.

Han llegado a las ciudades donde no tiene cabida el espíritu del bosque, donde no hay lugar para hacer rituales de limpieza espiritual, donde sus cerbatanas resultan inútiles y en donde es imposible conseguir fibras para hacer su cestería, barro para cocinar sus ollas, o jagua para pintar sus cuerpos. Ya no hay lugar para la ombligada, y sus espíritus perdieron la tranquilidad.

Ni siquiera nos preocupamos por saber algo de ellos, de esa oralidad en una lengua extraña, que va diluyéndose en el tiempo, de su pensamiento ancestral que ante todo plantea el equilibrio y la armonía con la naturaleza, sí, la misma que ahora descubrieron los ambientalistas y los políticos, ellos la practicaron durante milenios.

Bonitos sus collares y pulseras, en ellos está plasmada toda una filosofía de vida, un complejo diseño que refleja su mundo, ese pensamiento que resume la paz como una sincronía entre las personas, la naturaleza y Dios. El sortilegio de sus colores debería alumbrale a quienes las compran y las lucen el camino de la fraternidad, del respeto y la admiración por su tenacidad para resistir el oprobio el desabrigo y el hambre.

Ser indígena en un país excluyente ya es complicado, de ahí el suicidio de tantos adolescentes que, debido a ese sentimiento de exclusión, no quieren reconocerse como indígenas, y muy temprano se dan cuenta que el mundo occidental los rechaza… su belleza no encaja en los cánones de la moda ni de la sociedad de consumo. Tal vez por eso no conozco de algún indígena que haya sacado su dinero a paraísos fiscales, que invierta en la bolsa de valores o que funde compañías en Delaware con pomposos nombres en inglés.

Ya perdieron la tierra, huyeron de sus tambos, ya no siembran maíz ni van a cazar tatabros, ya no buscan la sombra del árbol de Jenené… no tienen ya el derecho a no permitir el desequilibrio en la sociedad. La ciudad apabulla, en los charcos de sus avenidas se refleja la desigualdad; para sobrevivir tienen que experimentar una transculturidad que evidencia sus carencias, la fragilidad de una identidad que se desmorona, la inutilidad de muchos de sus saberes.

Pervivir en medio de la barbarie y el abandono implica coraje, ese mismo que le otorgan sus bastones de mando, los mismos con los que enfrentan a la fuerza pública cuando les impide expresar su inconformidad en manifestaciones y protestas airadas; esos uniformados que, para ellos, son la representación de un Estado que los ha abandonado históricamente. Cuando la impotencia llega a su límite no queda más que entrar en un trance de locura y desesperanza. Si lográramos comprender cuánto dolor encierran sus corazones, si apenas imagináramos cuánto extrañan sus tierras en Risaralda y en el Chocó…. La nostalgia de las fiestas y de la alegría perdida… creo que hoy nuestro deber es no ser cómplices de esta masacre a la cultura e identidad de un pueblo que tan solo ha querido vivir en paz y en armonía y que, como tantos en la historia, es oprimido, sus líderes aniquilados y sus huellas aplastadas por la modernidad y el progreso.

Nota: La obra de arte ha sido tomada del libro Comunidad Embera - Chamí "Transculturación". Autora: Erika Tatiana Uribe Sánchez

 

Mario Espinosa C.


SE BUSCA UN AMIGO - VINICIUS DE MORAES



 

lunes, 10 de octubre de 2022

 ROSEMBERG SANDOVAL 

EL COMPROMISO DE UNA OBRA ABSOLUTAMENTE SINGULAR

En un país de masacres, de permanentes violaciones a los derechos humanos, de despojos y exclusiones, la obra de Rosemberg Sandoval adquiere la profunda validez de la denuncia. Es una insurgencia lúcida, brillante y consecuente. Cada obra, performance o manifestación, obedece ante todo a un profundo ejercicio de reflexión, a la concepción de atmósferas que contagian, que, incluso molestan y cuestionan al espectador, derrotan lo anodino, levantan vendas y mordazas y quieren impedir la amnesia y el olvido. La anarquía consecuente de sus intervenciones es también una autoflagelación y una inmersión en la soledad y la desilusión. La frase inicial, es determinante y contundente… Si hay algo que ha marcado la existencia de las últimas generaciones de nuestro país es el miedo, y el gran fracaso del Estado es haberlo propiciado, incrementado y tolerado.



Rosemberg Sandoval es un artista que ha elaborado un pensamiento coherente y consecuente.
Con valor y profunda honestidad construyó su propia identidad plástica, l – “Produzco arte para nadie en un país sin Estado y con mucho miedo” para dejar su huella y demarcar su camino. En su búsqueda va elaborando símbolos, que, pueden ser artificios con los cuales define las categorías de sus mensajes, en los que expresa su cruda y certera visión de una época en la que se deterioran aún más unos entornos físicos y se erigen como pilares de dominación unas catastróficas premisas de pensamiento. Definir su estilo es de por sí complejo por las características de su obra, aunque pudiéramos hablar de lo que él mismo reconoce como sus influencias, lo evidente es que aflora una concepción de acciones corporales irreverente, subversiva, al margen de cánones estéticos que han construido un imaginario del “buen gusto”, que aleja de la crítica, de la reflexión y de la posibilidad de ver el arte con ojos que atraviesen los telones de la banalidad. Sus perfomances golpean desde el silencio de una voz única y sus corporalidades expresan de alguna manera el poder de lo marginal.

Su conmovedora obra tiene la inusual característica de no utilizar los elementos convencionales de los artistas plásticos. Despojos, restos de atentados terroristas, botas militares, cabellos, sangre, alambres de púas, cadáveres, morgues, desechos quirúrgicos, cartografías del conflicto, envases, efluvios, son instrumentos con los que expresa su desencanto e inconformidad sobre la fatalidad del destino de los desposeídos y las víctimas de una sociedad enferma. Es una obra que huele a guerras, que quiere sacudir al espectador, que evidencia las profundas fracturas sociales y contradice la paradoja oficial de unos mensajes de inclusión que en la práctica no se vislumbran.

Rosemberg se manifiesta desde la carencia, desde la limitación incluso. La precariedad se convierte en un atributo que incrementa la significatividad de sus acciones, cuando construye un “Childen´s room” (Ver página 66) con alambres de púas pintados de rosado, una hamaca con envases plásticos desechados, o escribe un mensaje utilizando como lienzo una tela que se empleó en el techo de un cambuche de personas desplazadas por el conflicto, o cuando en el perfomance “Baby Street” (Ver página 77), desde su impecable traje blanco asume la limpieza de un indigente como gesto de perdón y de rechazo a su exclusión y maltrato. El mugre, la mancha y los residuos, se convierten así en elementos inherentes en su actitud artística.

Y sin embargo en todo ello existe la ternura, es algo así como una intimidad que plantea que hasta en las situaciones más trágicas, las acciones humanas encierran poesía y permiten soñar con una desgarradora esperanza, que evidencie la posibilidad de confrontar estigmas para contener a la barbarie. 

Él arranca costras con delicadeza de verdugo enamorado, penetra en submundos donde habita la sordidez y el olor de la muerte está latente y se percibe en cada uno de sus resquicios. Rosemberg asume que este país se construye–destruye– construye, teniendo como principal referente la violencia, es algo así como un Uróboro, o la serpiente que se devora así misma y vive renaciendo, en una espiral de muerte y vida, y que esta violencia ante todo ha sido alimentada por la lucha por la tenencia de la tierra, por el dominio de territorios en donde el miedo, propiciado de una manera brutal y compulsiva, es la principal arma para doblegar a una inmensa e inerme población, víctima de las ansias de poder de quienes controlan sus destinos. La suya es una obra política que escarba ante todo territorialidades, que procura que el espectador haga una introspección sobre este país de excluidos, de marginales, de despojados, que recurra a la memoria que duele.

La cartografía del conflicto colombiano es un tema recurrente que avisa… esos mapas tallados a cuchillo (Ver páginas 116-118), las sábanas y las copias heliográficas intervenidas, las huellas del paso del tiempo recogidas con esmero, paciencia y primorosa ternura, en zonas y suburbios donde habitan los desterrados y los residuos humanos que van dejando las ciudades y el éxodo de los campos, hablan por sí solos de tragedias cotidianas, de intervenciones abusivas, de rupturas y masacres.

El Cauca, Chocó, Caquetá, el sector de Aguablanca en Cali, son referentes geográficos de la barbarie, de la reconfiguración de los mapas del poder, de la lumpenización y el aniquilamiento. La importancia y trascendentalidad de su obra radica en su audacia y originalidad para evidenciar lo políticamente incorrecto, las marcas de botas, fusiles y atentados, la crudeza y la indolencia de los victimarios, el sincretismo en el imaginario del conflicto, la inocencia desflorada.

Además de desplegar una actividad de docente y formador de jóvenes artistas con una visión crítica y contemporánea, Rosemberg Sandoval es una figura solitaria en el arte colombiano, que ha sido coherente y consecuente con su actitud provocadora, de disgusto frente a la infamia, de dolor y desaprobación ante el arte primordialmente comercial y avalado por el sistema, es un artífice que se mueve con absoluta libertad pisando vidrios, que avanza sobre campos minados, eludiendo el bienestar y la comodidad de acomodarse.

Estas características lo hacen así irrepetible desde su singularidad y también, quizás, inimitable, de ahí el lugar destacado que se ha ganado a pulso y con dignidad profunda en el escenario del arte colombiano actual. 

Mario Espinosa Cobaleda

 


Texto publicado originalmente en el libro: Rosemberg Sandoval, Obra 1980-2015, publicado por la Universidad del Valle. Cali, Colombia.








sábado, 1 de octubre de 2022

EL NIDO DE LAS OROPÉNDOLAS

Fotografía tomada de: canalllanero.blogspot.com



Viajar por múltiples geografías, construir nuestros propios mapas, tejer, como las oropéndolas, los nidos que albergan los paisajes que más hemos amado, atisbar desde las ventanillas del alma horizontes que se agarran de las nubes. Sí, la naturaleza nos lleva a la ensoñación, y también nos hace escudriñar en nuestras más íntimas sensaciones.

Hay paisajes sonoros, hay tapices primorosamente elaborados con aromas, hay otras formas de ver, que se sienten al recorrer con los dedos la espalda de la persona amada, o con dibujar con los ojos cerrados el mapa celeste de sus lunares y de sus meandros. 

El firmamento de las noches nos sumerge también en las entrañas de la tierra. ¿Cómo serán los diálogos de las raíces de los árboles en un manglar o en la tupida maraña de una confabulación selvática a orillas de un raudal? Tal vez se besarán, se abrazarán y no querrán soltarse, y serán contempladas con recelo por las lombrices y las hormigas, o por algún topo suspicaz. 

Un árbol es el universo entero haciéndole cosquillas al cielo, abriendo pródigamente sus ramas para darnos su abrigo y sombra. En su corteza pueden cohabitar millones de insectos y las orquídeas más coquetas. Allá, más arriba un mundo de hojas y carnosos frutos; su generosidad ofrece espléndido sustento a inquietos micos, a juguetones colibríes y refinadas guacamayas, a algún furtivo yaguarundí, a ellos, que solo agarran lo que necesitan… así es su razón de ser. 

Ahí, en ese hechizo pueden estar todas las lecciones que nuestra especie necesita. La soberanía alimentaria necesariamente debe estar acompañada de la soberanía de la ensoñación. Atisbar la posibilidad de la coexistencia armónica entre esa conflictiva dualidad de deseo y realidad; de alguna manera esto puede contribuir a aplacar la desigualdad como base de nuestro entorno social.

Así, como construyen sus nidos las oropéndolas, podemos entretejer sueños con pensamientos. Hacer ramilletes con nervaduras, pedirle permiso al árbol más querido, para dibujar con su savia cartografías de resistencia a la depredación ya la expoliación. La naturaleza es nuestro patrimonio, el agua, el aire que respiramos, son el derecho universal de todos los seres vivos; de ahí que los gobiernos deban encaminarse a priorizar el bien común, estructurando una política biocéntrica, que otorgue derechos a la naturaleza y propicie la descolonización y la interculturalidad. Las personas que elegimos para que dirijan nuestros destinos, tienen que, ante todo, tener la ternura de observar un crepúsculo con arreboles, de maravillarse con los arpegios de las aves, de agradecer a la Pacha Mama cuando nos entrega el jugo de una fruta silvestre, y de ver a los labriegos y campesinos, hombres y mujeres, sembrando en sus propias parcelas.

Por allá en el año 81, nuestro premio Nobel García Márquez escribió una crónica periodística que tituló: “El campo, ese horrible lugar donde las gallinas se pasean crudas”, y en donde hacía una crítica sobre la indiferencia y el desdén con que los citadinos miramos el campo, que solo nos interesa para hacer turismo de fin de semana, y eso, llevando nuestros celulares. Es absurdo cuando inmersos a en la rivera de un río, preferimos navegar en las redes de los dispositivos, la paradoja del progreso nos impide ese disfrute. 

Las valiosas enseñanzas de los pueblos indígenas, de las comunidades negras, de los campesinos, que son nuestros ancestros, de los Quijotes ambientalistas, perseguidos por ser las voces de los animales y las plantas, por traducir lo que las cascadas y las ciénagas nos quieren decir, por darle volumen a las voces del viento, merecen una caja de resonancia más grande, más efectiva, sobre todo entre los jóvenes y los niños. La labor no es dejarle un mejor planeta a nuestra descendencia; es dejarle unos mejores hijos al planeta, mucho más sensibles, más respetuosos. Esas luchas y enseñanzas deben ser el tronco fundamental de la Política de la Vida, de la noción del Buen Vivir. Ese es el mejor homenaje que se le puede entregar a quienes han sido sacrificados por defender la tierra, su legado no puede pasar desapercibido y sus victimarios no deben quedar en la impunidad. 

Vivir sabroso implica deconstruir imaginarios y resignificar la noción de bienestar, es recuperar los placeres perdidos, es también la posibilidad de imaginar futuros paraísos. Son razones suficientemente válidas para frenar la destrucción de la amazonia, la depredación de los bosques, la minería hecha de forma irresponsable, la explotación hidrocarburos, el aprovechamiento del agua para los agronegocios y los transgénicos. Vivir sabroso es recuperar la belleza de los girasoles de Van Gogh, las semillas de maíz de las abuelas, es romper con la dependencia de la comida industrial, y eso lo posibilita el recuperar la soberanía alimentaria, repoblar los ríos de peces y, como el nido de la oropéndola, tejer para engendrar y posibilitar la continuidad del ciclo de la vida en, como dicen en el pueblo Sikuani: “Ale-Kumá”, que significa paz y armonía.

martes, 27 de septiembre de 2022

 DOS POEMAS DE PEDRO SALINAS


¿SERÁS, AMOR?

¿Serás, amor

un largo adiós que no se acaba?
Vivir, desde el principio, es separarse.
En el primer encuentro
con la luz, con los labios,
el corazón percibe la congoja
de tener que estar ciego y solo un día.
Amor es el retraso milagroso
de su término mismo;
es prolongar el hecho mágico
de que uno y uno sean dos, en contra
de la primer condena de la vida.
Con los besos,
con la pena y el pecho se conquistan
en afanosas lides, entre gozos
parecidos a juegos,
días, tierras, espacios fabulosos,
a la gran disyunción que está esperando,
hermana de la muerte o muerte misma.
Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía.
Ni en el llegar, ni en el hallazgo
tiene el amor su cima:
es en la resistencia a separarse
en donde se le siente,
desnudo, altísimo, temblando.
Y la separación no es el momento
cuando brazos, o voces,
se despiden con señas materiales:
es de antes, de después.
Si se estrechan las manos, si se abraza,
nunca es para apartarse,
es porque el alma ciegamente siente
que la forma posible de estar juntos
es una despedida larga, clara.
Y que lo más seguro es el adiós.



YO NO PUEDO DARTE MÁS

Yo no puedo darte más.
No soy más que lo que soy.

¡Ay, cómo quisiera ser
arena, sol, en estío!
Que te tendieses
descansada a descansar.
Que me dejaras
tu cuerpo al marcharte, huella
tierna, tibia, inolvidable.
Y que contigo se fuese
sobre ti, mi beso lento:
color,
desde la nuca al talón,
moreno.

¡Ay, cómo quisiera ser
vidrio, o estofa o madera
que conserva su color
aquí, su perfume aquí,
y nació a tres mil kilómetros!
Ser
la materia que te gusta,
que tocas todos los días
y que ves ya sin mirar
a tu alrededor, las cosas
—collar, frasco, seda antigua—
que cuando tú echas de menos
preguntas: “¡Ay!, ¿dónde está?”

¡Y, ay, cómo quisiera ser
una alegría entre todas,
una sola, la alegría
con que te alegraras tú!
Un amor, un amor solo:
el amor del que tú te enamorases.
Pero
no soy más que lo que soy.

jueves, 15 de septiembre de 2022

 

DE GAZAPOS, MALENTENDIDOS Y EQUIVOCACIONES

La importancia de la literatura en el lenguaje hablado

 

Estamos convencido de lo fácil que es hablar y exponer ideas, pensamientos, conceptos. Sin embargo, estamos muy lejos de hacerlo bien, cada día nos enteramos de los múltiples errores, contradicciones y desaciertos que cometen figuras públicas al expresarse. Sí, equivocarse es de humanos… hablar a estas alturas de la Unión Soviética, confundir astronomía con astrología, a Hitler con Einstein, escuchar los desafueros y el maltrato al lenguaje de mandatarios de Venezuela y Colombia, -así lo querí-, no es algo esporádico, hace parte de la forma en que hablamos en la cotidianidad.

Las formas de hablar en la actualidad implican el uso un lenguaje mínimo, que además se complementa con emoticones, asteriscos, palabras básicas y abreviaturas codificadas de acuerdo a los guettos donde deambulan. De ahí que las muletillas “o sea”, “cómo le digo”, “obvio” se hayan normalizado en el hablar. Los canales de comunicación virtual como el Twitter se hacen con mensajes cortos, que en la mayoría de los casos son de reacción inmediata, viscerales, realizados más con la pasión de querer decir algo, que con el juicio y la prudencia que correspondería a enviar mensajes lúcidos y edificantes.

Los medios de comunicación están saturados de informaciones incorrectas; de aclaraciones, de excusas por haber sido malinterpretados, aducir que las palabras fueron sacadas de contexto. Personajes obligados a retractarse, a corregir lo dicho, sencillamente porque no saben construir oraciones para manifestar lo que quieren transmitir y, por supuesto, caen en un lenguaje cantinflesco y chabacano. De alguna manera la oralidad implica un complejo ejercicio mental para moldear el pensamiento, esa magia de la palabra dicha, que se acompaña con gestos, con actitudes, con pausas, tonos de voz, con silencios.

Como lo enuncia Álex Grijelmo en su excelente texto “La seducción de las palabras”, “Nada podrá medir el poder que oculta una palabra”, de ahí que los grandes escritores se han esmerado en buscar el término exacto, la figura gramatical, la precisión en medio de la exuberante riqueza de nuestro lenguaje. No se necesita que hablemos con lenguaje poético, tampoco que nuestra oralidad esté saturada de metáforas, hipérboles, retruécanos, oximorones, o calambures, mucho menos que hayamos aprendido la gramática de memoria. El lenguaje escrito permite precisamente la reflexión, el corregir, el pulir una frase, darse el tiempo necesario para darle el ritmo y el espacio necesario a las palabras.

El léxico y el buen uso del idioma, usualmente, no se transmite en la oralidad. Permanece en el arcano maravilloso de la literatura. Las palabras plasmadas en el papel nos llevan a viajar por universos nunca imaginados, nos invitan a fantasear, a soñar, a recorrer geografías y lugares ignotos o que tal vez nunca han existido, a conocer y desnudar nuestras virtudes y nuestros más recóndita y sórdida naturaleza. Y ese contacto con la buena lectura, generalmente simbolizada en los libros, nos amplía el espectro del conocimiento, pues la literatura es casi la puerta principal a la entrada al reino de la cultura general, de ese conocimiento que tal vez nos puede parecer innecesario, porque no es rentable económicamente y, sin embargo, para nuestro deleite, nos permite navegar en los sinuosos caminos del arte, de la poesía, del buen cine, de la gran música, del trasegar de la historia y el milagro de la naturaleza, o  del fascinante mundo de las artes escénicas.

De una forma casi inconsciente nos familiarizamos con estas formas expresivas y ello se refleja en la forma en que nos expresamos; de ahí que la ausencia o el poco interés por la literatura se vea reflejado en estos personajes que pululan en los escenarios políticos y de una farándula que cree que la fama efímera que les otorgan los medios y la publicidad, es suficiente para trascender. El contacto a la literatura y a los buenos textos es un admirable ingrediente para que de manera inconsciente y espontánea podamos elaborar mejores formas expresivas.

Tal vez como lo decía algún querido personaje cuando se desaparecía por algún tiempo y respondía a nuestra pregunta por su ausencia: “¡Estaba en la cárcel, es que estuve guardado, fue por un malentendido!!”. Hay muchos conflictos y situaciones complejas que se originan precisamente por nuestra ligereza al hablar. Si se quiere avanzar en la construcción de una mejor sociedad, en donde sea posible la convivencia, deberíamos empezar por mejorar el manejo de la expresión oral, y en ello nuestros gobernantes y políticos podrían apoyar dando ejemplo. En alguna candidatura presidencial, una forma de menospreciar al contendor era llamándolo profesor; con este tipo de actitudes queda manifiesto en el imaginario de la sociedad, que el saber y el conocimiento no son trascendentales ni fundamento en la construcción de una mejor ciudadanía. Estamos en el tiempo de dejar atrás estos absurdos postulados, y que la tan ansiada Paz Total venga también con una tregua y unas mejores formas de expresión, esto seguramente enriquecerá los debates y generará espacios dignos para la contradicción y el respeto a la diferencia.



domingo, 4 de septiembre de 2022


 

¿PORQUÉ FRANCIA MÁRQUEZ SÍ?

Se va a cumplir el primer mes de la posesión del presidente Gustavo Petro y su vice presidenta Francia Márquez, gobierno que anuncia profundas transformaciones en la economía, en la política de tierras, en la conformación de las fuerzas Armadas, en las formas de hacer política, en la transición energética y política minera, en las relaciones internacionales y, ante todo en el proceso que se ha denominado de Paz Total, y que ha levantado ampollas en la opinión y en la oposición, que viene afilando sus argumentos y estratagemas para debatir y criticar las acciones que se inician en pro de conseguir este objetivo.

Las sinuosidades que se presentan en estos ajustes de política, seguramente removerán los entresijos de las formas tradicionales con las cuales se venía manejando el país. Son múltiples los caminos que se bifurcan y en donde, seguramente, se van a presentar fricciones y ataques implacables de quienes no quieren ceder sus privilegios, o no quieren aceptar que son posibles otras formas de mirar y estructurar futuros promisorios.

La designación de Francia Márquez como Vice presidenta era una clara premonición de la forma en que se tratarían estos puntos de inflexión. Ser mujer, negra, víctima del conflicto, líder social, nacida en un territorio comunitario que vive de la minería artesanal, en un pueblo del norte del Cauca, son condiciones suficientes para que desde esa orilla se pueda tener una visión de país más incluyente, menos indolente y esperanzador para los sectores más desprotegidos por el Estado y más azotados por la violencia. Simplemente el derecho a exigir los derechos implica unos cambios en las estructuras del Estado, y estas deberían hacerse en el menor tiempo posible.

Francia Márquez nos trae la alegría de los colores, es como si nos visitaran nuevas constelaciones estéticas, trae el sabor de la cocina colombiana, del canto y el baile, trae esa alegría nostálgica de una étnia que ha resistido con dignidad los embates de la exclusión y del racismo estructural y soterrado de una sociedad arrodillada a las formas de vida y de gobierno occidentales. Ahí también está la sonrisa, el derecho a la alegría, a “vivir sabroso”, porque, como alguna vez dijo una señora en un caserío de las riberas del río Atrato, la primera condición que anhelamos los pobres es estar tranquilos, sin miedo, y vivir en paz.

Estas nuevas formas de diálogo que se nos plantean implican desaprender también unos protocolos y adaptar esa representatividad a nuestra idiosincrasia. Tal vez en esos ámbitos se pueden presentar circunstancias no usuales, de pronto incomoden ciertas posturas que puedan parecer altaneras o descorteses, tal vez en sus funciones Francia pueda expresar sus pensamientos de manera inoportuna o “desafortunada”, y entonces sobrevendrá una lluvia de críticas y hasta caricaturizaciones de sus actitudes. Pero lo que importa en este caso es lo fundamental; nuestra vicepresidenta tiene muy claro en su pensamiento lo que la identifica como una lideresa salida de las entrañas de los “nadies” y en cuya figura se representa la Colombia invisible y olvidada.

Confiamos en que pueda rodearse de los y las mejores asesoras, que su voz sea escuchada y que pueda cumplir a cabalidad con la tarea de posibilitar una suma de equidades coherentes, y que al final del periodo se vea el trabajo en mejores condiciones de vida para niños, mujeres y para quienes han depositado su confianza y sus deseos en lo que ella encarna. Creo que lo mejor que podemos hacer es desear que cumpla sus propósitos y enorgullecernos de que por fin los aromas del chontaduro, el ritmo del bullerengue, las hermosas telas de las parumas de las mujeres Embera, las bateas de las barequeras, los tambores, los cantos de las mujeres piangüeras, la literatura afrocolombiana, hagan parte de los escenarios donde se estructura el poder y refuercen nuestra identidad pluriétnica y multicultural. Estos son argumentos más que suficientes para decir: ¿Francia Márquez?, sí!

 

Hay palabras que nos besan

Hay palabras que nos besan
Como si tuvieran boca.
Palabras de amor, de esperanza,
De inmenso amor, de esperanza loca.
 
Palabras desnudas que besas
Cuando la noche pierde la cara;
Palabras que se niegan
A los muros de tu disgusto.
 
De repente coloreadas
Entre palabras sin color,
Esperadas inesperadas
Como la poesía o el amor.
 
(El nombre de quien se ama
Letra a letra revelado
En el mármol distraído
En el papel abandonado)
 
Palabras que nos transportan
Donde la noche es más fuerte,
Al silencio de los amantes
Abrazados contra la muerte.

Poema de Alexandre O'Neill convertido en un hermoso Fado, por Mariza y Cristina Branco



miércoles, 17 de agosto de 2022

 

Soliloquio con Ícaro

(Homenaje íntimo a un gran perro - en un trance de ternura y admiración)


 

Ícaro, me lo has contado en sueños surreales… dices que hubieras preferido inmolarte al dios Tlaloc, en tiempos en que los aztecas regían sus destinos según los designios de su calendario, sumergirte en un cenote o viajar por la bóveda celeste en un ritual Vudú, tal vez convertirte una estatuilla de oro como Baal, o exhalar suspiros en brazos de los corazones que más te han amado….

Que hubieras deseado abandonar la escena terrenal acompañado de una manada de gozques que le aullaran a la luna en tu partida.

Ícaro: ¿El dios perro Xólotl te invitará a jugar a la pelota antes de inducirte a cruzar en las puertas del más allá, o tal vez el cancerbero te ofrecerá suculentos huesos para que te decidas a olfatear los fantásticos territorios de lo desconocido?

Argos, Barcino y Butrón, a lo mejor Leoncico, te esperan y te reclaman una trascendencia heroica. Quienes te hemos querido damos constancia de tu fortaleza y abnegación para sortear los laberintos que se han interpuesto en la relación con los humanos, ese interactuar en que has dado lo mejor de tí, en que has tratado de entendernos en nuestras debilidades e inconsistencias.

Reconozco que te quedo debiendo mucho amor, reconozco que el tiempo se hace breve, que las despedidas cuando alguien no quiere irse, -ni queremos que se vaya-, son separaciones que laceran los intersticios de la intimidad y sentimiento. De nada vale llorar…. Tal vez si Cortázar hubiera despertado al lado tuyo, te hubiera elevado a la categoría de Cronopio perruno, y no me queda duda de que hubieras podido acompañar a Malcolm Lowrye en sus delirios, arruncharte a los pies de la dulcísima Remedios la Bella, o ayudarle a Picasso a ruñir la osamenta de su Guernica.

Cómo no darte las gracias por tanto…. tanto…. por ser absenta en soledad, por ser arrullo en la melancolía, por convertirte en láudano en el éxtasis poético y la meditación divagante y sosa…. La ventana te espera para dialogar en tardes de sol o de lluvia… los niños extrañarán los ojos de picardía que convocan al relajo y la patanería, igual el jardinero, la vendedora de flores, el señor de las galletas, los gatos furtivos que te miran en las noches, y mis manos…. que siempre quieren estar en tu pelaje, en las arrugas de tu trompo, o rascándote el espinazo.

No…. No te vayas todavía…. Quédate un poquito más, espera a que te prepare los manjares que más te deleitan, a que te cuente historias secretas, a que tiremos las runas y nos den luces para mitigar el dolor y alimentar la esperanza. Hay gestos de nobleza que pueden alcanzar lo imposible, hay utopías que nos hacen caminar, hay señales que nos muestran el camino cuando nos extraviamos en sus meandros… hay gritos desesperados que claman, que suplican…. Que intentan escalar muros infranqueables.

Estas palabras, que se pueden colocar en un calidoscopio, y leerse ya sea con el alma, ya sea con la insensatez del egoísmo, o a lo mejor con la lucidez que da la reflexión sobre nuestra idea del bien, intentan decirte en un ruego de liturgia y baraúnda, el dolor que me hace el pensar en tu partida… como diría Jacques Brel: Ne me quitte pas…

viernes, 12 de agosto de 2022

EL CULO DE JUANA

 

El culo de Juana contiene la belleza de las siete maravillas del mundo, y puede ser también la puerta de entrada a los secretos laberintos de un condenado país en el que se han prohibido los excesos….

El culo de Juana atrae los miles de miradas de hombres aburridos y también las envidias de ellas, insatisfechas, desnutridas y lésbicas pasiones.

El culo de Juana trae también unos hermosos ojos que miran inquietos al infinito, trae la ternura de una risa que contagia y la gracia de mil sirenas que coquetean con piratas.

Incluida con ella viene también su dulcísima contraalmirante prima que transporta mis ensueños hasta más allá de las riberas del río Subachoque, viene la gracia que difícilmente pueden tener las mujeres terrenales, viene la brisa que endulza ese jardín industrial de flores donde ella, como Dulcinea sabanera deambula entre tiendas de campaña de plástico y pétalos morados.

Ellas vienen de la mano y evocan tal vez lo que a veces no fue, lo que dejó de ser, aun queriendo ser privilegio de los dioses.

El culo de Juana ha descansado en mi cama y ha jugueteado en el umbral de las preguntas…. Es un nalgatorio desde donde se pueden contemplar las tardes con arreboles del Océano Pacífico.

Y yo bailo entre libros y músicas de cuerdas de violines, alrededor de la sorpresa de una cajita de muñecas de cristal y una vitrina de Barbies sin ombligo….

El culo de Juana me trae el sonido de una Diana intermitente, y también la posibilidad de dibujar constelaciones donde su nombre ilumine ese cielo personal que todos los mortales imaginamos, por lo menos una vez, en noches despejadas de humo y de bohemia.

El culo de Juana, que son los siete pecados capitales, cabe perfectamente en la pretina de un bluyín ajustado.

martes, 9 de agosto de 2022

 


HACIA UNA NUEVA CARTOGRAFÍA PARA CAMINAR JUNTOS

La posesión de Gustavo Petro como presidente de nuestro país, es tal vez la principal conquista de un pueblo que, tras siglos de luchas logra reivindicar su derecho a decidir, a exigir unas mejores condiciones de vida, a ser tenido en cuenta, a sentirse incluido y a participar activamente en la construcción de sus anhelos.

Como el bello tango de Astor Piazzolla titulado Oblivion, el olvido tiene llena el alma de melancolía, es complejo y al mismo tiempo sublime. Cuando es un acto voluntario implica despojarse del equipaje emocional, es algo así como una catarsis de amor y desamor. Si hacemos un periplo por nuestra reciente historia, de sucesos macabros y escabrosos, de despojos, exclusiones e infamias, principalmente en contra de los desposeídos y los “nadies”, podemos encontrar muchísimas razones para anhelar la paz, para armonizar el corazón con la naturaleza y nuestros semejantes, para reconciliarnos y darnos el abrazo del perdón. Y, sin embargo, perdonar no es olvidar…. Es recordar para que no se vuelva a repetir, es pasar la página y soñar con unos próximos capítulos en donde los protagonistas no sean los villanos.

La ilusión que se ha alimentado con una simbología de promisorios buenos vientos, tiene ante todo la premisa de que la mejor forma de resolver los conflictos y desavenencias es sentándose a hablar, es ir más allá de la ofensa y la absurda actitud de los derrotados, que continúan destilando ponzoña con sus tuits y columnas de opinión; esto es más que una suficiente razón para saber porqué perdieron. Creo que nuestra sociedad está cansada del conflicto y por primera vez sueña con la posibilidad de la tranquilidad, de “vivir sabroso”. Los discursos incendiarios de las gorgonas uribistas, de los chifloretos rezagos de la godarria, para quienes la música militar y las voces de mando les parecen coros de arcángeles, de los despechados del poder, no podrán opacar esa nueva y legítima aspiración de un pueblo que creyó que sí es posible gobernar de otra manera y vislumbrar mejores horizontes.

El embeleco de que el orden y la justicia se consiguen a costa de requetemuertos  y “falsos positivos” dejó de tener validez. Venimos de un proceso de diálogo para la construcción y firma de un Acuerdo de Paz con el principal grupo insurgente; es un compromiso que hay que cumplir para ganar credibilidad, para ejemplarizar unos principios éticos, para demostrar que la arrogancia y terquedad del anterior inepto presidente, nos ha retrasado cuatro años y nos ha costado miles de nuevas víctimas. Ya no es tiempo para desplumar colibrís, es la oportunidad de desplegar las alas y salir del laberinto en procura de nuevas formas de amar la existencia y encumbrarnos  hacia espejos de arreboles.

Este ha sido un buen momento para evadir nuevos colapsos, para evitar que alguien perversamente astuto, como en el dominó, hubiera sido capaz de “cerrar el juego” teniendo en sus manos la ficha ganadora, que en este caso era la vacía, la de ganar las elecciones diciendo imbecilidades, sin un asomo de lucidez o de estructuración política…. De la que nos salvamos…. Tal vez hacerle el quite a esa debacle, puso en evidencia la inminente necesidad de avanzar en una expedición pedagógica que sea capaz de enseñarnos a elaborar un pensamiento colectivo hacia la paz, hacia el respeto a la vida, a la diferencia cultural, hacia nuestras raíces.

Esta nueva puerta que se abre a la utopía, no hubiera sido posible sin el sacrificio y la inmolación de tantas vidas de soñadores e inconformes. La lista es tan grande que solo enumerar las víctimas líderes sociales, mujeres activistas, indígenas, afros, campesinos, soldados y policías, jóvenes de barrio, intelectuales, defensores de derechos humanos, llevaría un buen tiempo, pues como  dijo el padre  Francisco de Roux, si hiciéramos un minuto de silencio por cada una de las víctimas del conflicto, tendríamos que estar callados durante diecisiete años. Por eso es posible que su legado, ese patrimonio de sabiduría y recorrido en la construcción de procesos sociales, esa larga historia de luchas y fracasos sea un espléndido argumento para que detrás de bastidores se confabule la alegría. La mejor lección aún está por venir, y en ella debe existir el compromiso de todos y cada uno de nosotros y nosotras, de nutrirnos de reciprocidad, de solidaridad, de la capacidad de pensar en plural, de mitigar la indolencia y mirarnos con los mismos ojos de nuestras deidades. Es posible que reinventemos nuestra criolla versión de la Alegoría de la Caverna en donde la luz sea patrimonio todos y la certidumbre de tejer mejores sueños y hacerlos realidades nos devuelva la ilusión y la esperanza.

miércoles, 22 de junio de 2022

 

                                                                                        Cenelia Alcázar

Hay amores que se vuelven resistentes a los daños, como el vino que mejora con los años: EL BOLERO COLOMBIANO

“Ay! mi piel, que no haría yo por tí
por tenerte un segundo, alejados del mundo
y cerquita de mí
Ay! mi piel, como el río Magdalena
que se funde en la arena del mar,
quiero fundirme yo en tí.”

 

Desplegar  las alas del sentimiento y emprender una breve exploración por el bolero colombiano es permitirnos recorrer un laberinto que se adentra por zaguanes y patios con materas, por lavaderos y aljibes de estancias que evocan aromas de suspiros y noches enlunaradas; por callejuelas de paredes carcomidas recorridas una y otra vez por músicos ambulantes y serenateros;  por paisajes cantineros, también es sentarnos a disfrutar  crepúsculos con palmeras y arreboles, visitar avisos de luces de neón y bombillitos rojos que invitan a adentrarse en la noche y colocar boleros “de arrastre” en traganíqueles… y en el siguiente recoveco, bailar o llorar (o las dos cosas a la vez) en una inequívoca intervención de sensiblería baladí, o trascendental… vaya uno a saber. También es tomar la guitarra en complicidad con los amigos, y cantarle a la vida, al terruño, a lo que somos, a lo que tal vez quisiéramos que hubiera sido.

El propósito de esta columna es invitar a los lectores a servirse una copa y escuchar boleros, a hacerse su propia banda sonora, a cantar y hablar de ellos, porque, como decía García Márquez “hablar de música sin hablar de los boleros es como hablar de nada”. Tal vez tengamos coincidencias, pero qué bueno es condimentar el diálogo con otras vivencias y reflexiones y decir como Edmundo Arias: “Muchas gracias, viejo amor,/por haberme hecho feliz/en los días que nos quisimos.”

Hay que reconocer que hemos sido más consumidores de boleros que productores de ellos. Gracias al apogeo de los cines de barrios y pueblos, y la  proyección de espléndidas películas con ídolos mexicanos, hacia la mitad del siglo pasado el bolero de ese país fue el género más escuchado y promocionado en este ámbito por disqueras y empresarios del espectáculo; acá  tuvimos una colección de tenores que imitaban a los grandes de México como Pedro Vargas o el maestro Ortiz Tirado, y por supuesto, resmas de tríos al estilo de Los Panchos, que con su lánguido repertorio llegaban a puertas y ventanas de pretendidas doncellas de todas las condiciones sociales. En los bares y sitios de baile, con la traviesa y permisiva incursión de la música antillana se abría paso de manera magistral “El Jefe” Daniel Santos, y sus émulos colombianos, quienes, como buenos imitadores, incursionaron también en los imperios del inframundo, en esos séptimos cielos destinados a los privilegiados que transitan por la cuerda floja de la bohemia y la incertidumbre. Tito Cortés, Tony del Mar, y Raúl López son estrellas criollas de barras y cortinas rojas. En el parnaso de los dueños de la noche tienen su pedestal Olimpo Cárdenas, Oscar Agudelo, Lucía Herrón y Alci Acosta; de ello pueden emitir certificado de autenticidad las emisoras, las cuentas de licor, los ceniceros  y las madrugadas.

Es Colombia terreno fértil para los apasionados e investigadores del género. Quien desee navegar por su memoria, tiene que necesariamente remitirse a Jaime Rico Salazar, con su libro de “Cien años de bolero”, a Alfonso de la Espriella con su caótica investigación de la “Historia de la Música en Colombia a través del bolero”, a los programas radiales y escritos de César Pagano, al libro de Fernando Linero Montes “El bolero en sus propias palabras” , a los blogs de coleccionistas y entusiastas, y, claro, escuchar muchos boleros, amangualar el alma con sus encajes, su bisutería y sus trágicos y almibarados desengaños. En un buen número de novelas, en los poemas, en las crónicas de pueblos, el bolero es un referente, se inscribe en el territorio de emergencia que posibilita la resonancia de nuestros suspiros.

Muchos de nuestros buenos cantantes se han adentrado en el bolero, ahí están el privilegiado Carlos Julio Ramírez, la inolvidable Matilde Díaz, la excelente voz cartagenera de Cenelia Alcázar, el gran Nelson Pinedo con la Sonora matancera, y más recientemente Lucía Pulido, Beatriz Castaño, Claudia Gómez, Ana María González, Aristarco Perea “Arista”, Sofronín Martínez, María Isabel Saavedra, Yuri Buenaventura y Andrés Cepeda. (pido excusas a los que no cité… es por cuestiones de espacio).

El bolero es un crisol donde se funden letra, música, armonía, frivolidad e idiosincrasia; por ello debe escribirse con tintas que dibujen nuestra identidad. Sin embargo, hay que decirlo, no hemos tenido muchos compositores de boleros de amplio reconocimiento en el universo sonoro del género. Tal vez con la excepción de Jaime R. Echavarría (el de Noches de Cartagena), o el más grabado por boleristas internacionales, el quindiano Rubén Márquez (Qué me has dado tú), han sido escasos esos prolíficos juglares de bolero. Algunos de nuestros buenos compositores de música tropical volcaron su inspiración en el bolero: es el caso de Lucho Bermúdez (Te busco), Edmundo Arias (Evocación), Arista (No me pidas el perdón), Tito Cortés (Reconciliación), José Barros, quien además compuso “No pises mi camino”, “Como tú reías y “Busco tu recuerdo”, cantados por Charlie Figueroa; y continúa la discusión sobre su autoría del bolero “En la orilla del mar”, cantado por Bienvenido Granda con la Sonora Matancera. Yo destacaría también “Me enamoré de ti”, compuesto por Santander Díaz, “Locura mía” del nariñense Jaime Enríquez Miranda, “Tan lejos” de Alvaro Dalmar, del que hizo una bellísima versión la puertorriqueña Virginia López y “Noches de Bocagrande”, de Faustino Arias, interpretado por el Trío Martino.

Esta limitación de repertorio nuestro se hace evidente cuando, por citar un ejemplo, en los concursos y festivales de bolero de Caicedonia y Riohacha, las interpretaciones corresponden a boleros muy conocidos, de amplia difusión, casi todos de compositores foráneos. Hay una cierta prevención hacia la novedad, pues los participantes se ajustan a la comodidad de lo conocido, que garantiza de alguna manera el aplauso del público; si no hay creación y renovación de calidad, no hay evolución. Caso excepcional, y que señala posibles caminos de continuidad, es el excelente bolero compuesto por Shakira, para la banda sonora de la película “El amor en los tiempos del cólera”, basado en la novela de García Márquez. “Hay amores” es un bolero de altísima calidad, su letra es profunda, evocadora, con referencias a nuestras geografías, retoma las raíces de lo que se podría considerar bolero colombiano y lo engrandece de una forma contemporánea, la melodía también nos ubica en la época, pues evoca las tendencias sonoras de moda en la cronología en que se desarrolla la novela. Lamentablemente solo compuso ese….

Ay! mi bien, no te olvides del mar/Que en las noches me ha visto llorar/tantos recuerdos de Ti/ Hay amores que se vuelven resistentes a los daños/Como el vino que mejora con los años/Así crece lo que siento yo por ti/Hay amores que parece que se acaban y florecen/Y en las noches del otoño reverdecen/Tal como el amor que siento yo por tí…

Cómo contribuye a sublimizar el amor de Fermina Daza y Florentino Ariza en la película, pero además tiene la virtud de que se puede escuchar y disfrutar sin tener siquiera noción de la existencia de la novela.

A veces cuando leo poesía de autores colombianos creo tener entre mis manos la letra de un bolero; en los nuevos sonidos de fusiones con el jazz, con la música de los litorales y las manifestaciones sonoras andinas, hay un riquísimo filón por explorar, el bolero tiene el sortilegio de ser atemporal, de alguna manera, cada uno de nosotros (y nosotras) lleva, mínimo, un bolero en el corazón; que gratificante sería transportarnos en el delicioso tiovivo que en sus vueltas nos hace creer que lo soñado es una hermosa posibilidad; que esta convulsionada realidad social que vivimos también puede ser expresada en sones de boleros, como lo han hecho sus músicos en otras latitudes del Caribe.