viernes, 19 de febrero de 2010

AHÍ VIENE EL TRASMILENIO, SÁQUELE LA MANO!!!

Ahora que se han puesto tan en boga los sistemas de transporte masivo en las ciudades de nuestro país, y con el zafarrancho que se ha formado en Bogotá con la tan cacareada fase tres, con media ciudad desbaratada, que lo seguirá estando quien sabe hasta cuándo, naturalmente, sin ser enemigo de la modernidad, del progreso de la ciudad o de la cultura ciudadana, y como un pasajero común, trataré de desagraviar a los desvencijados y pintorescos buses en los cuales me monté muchas veces por la puerta de atrás y otras pasando por debajo de la registradora, que de alguna manera me sirvieron para recorrer la ciudad, para conocerla, disfrutarla, y porqué nó, para sufrirla.

Creo que a Paulita le encantarían muchos aspectos que aún permanecen en Quibdó. Entre ellos, el barullo del transporte público - y me recuerda que alguna vez que siendo muy chica y llegando de Estados Unidos, le parecía asombroso que uno sacara la mano, y la buseta, el bus, el taxi, se detuviera, aún en mitad de la vía y nos recogiera,- eso también puede ser un pretexto para remontarnos a nuestra tierna infancia o a las épocas de estudiantes, cuando era tan significativa la ruta como el destino; por ahora voy a dibujar algunas imágenes que se nos van diluyendo y que corren el riesgo de desaparecer, (para bien o para mal, ustedes dirán).

No hay un transmilenio engallado!! Y eso ya es motivo de sospecha, ninguno se llama “Soy el papá de todas las busetas”, o “El renegado”; están pintados de un solo color, ignorando el gusto que tenemos por los colorinches, los letreros con arabescos, los vidrios con películas plateadas, las luces, las cornetas, las copas y los espejos con figuras de mujer, es más, no les pegan ni una calcomanía, ni del che, de Cristo, del niño Jesús, o ese rosarito chiquito con una virgen, que está tan de moda. Ningún transmilenio tiene radio, o sea que los locutores de las emisoras no les pueden enviar saludos, ni dedicatorias, grave…. La mitad de las canciones que me sé las aprendí a la fuerza viajando en bus.

Se acuerdan de los buses que tenían “consola”? era una vaina forrada en cordobán, (vi algunas en peluche) que estaba en la parte delantera; constaba de flecos a todo lo largo del panorámico, el pasa cintas, los parlantes, la bodega para los casettes, el dispensador de Klinex, y esto lo adornaban carritos miniatura, la virgen del Carmen y botellitas de licor. Se han perdido esas obras de arte popular, con todo lo kirsch, o lobo que pudiera ser, con sus luces de colores que prendían a cada frenada, ahí se estaba representado el cariño que cada chofer sentía por su bus, por su buseta. El timón también estaba forrado, la barra de cambios remataba en una perilla de acrílico con cucarrones fósiles, (qué dirán los paleontólogos del siglo XXV), y así podemos seguir hablando de los espejos retrovisores, de la silla del conductor, los stops, los pitos y los timbres, y esos buses cundidos de escudos de Millonarios, con el zapatico o el balón colgados del espejo retrovisor. Nada de eso tiene un transmilenio, todos son igualitos, no tienen personalidad, no están cambiando la tablita con los destinos, yo no he visto buses más aburridos que esos.

Y la pobre rutina de los conductores de transmilenio, los han convencido que son algo así como pilotos comerciales; todos uniformaditos, no hablan con nadie, son superserios, no cargan caja de herramientas ni frasquitos para “teteriar” el carburador; no le pueden soltar los perros a ninguna pasajera, ni tocarle la mano cuando reciben la plata, o entregan las vueltas, porque no manejan plata!!!! No pueden llevar al trabajo a la mujer, o a la novia, o al hijo, como los de antes, que le colocaban una butaquita al lado y ella, con su ruana, si era de noche, entregaba el cambio, conocía todas las rutas, los buses y los apodos de los otros ferchos. Y en los paraderos del trasmilenio no venden caldo, ni papa rellena, ni mucho menos cerveza, tampoco los conductores juegan fútbol o se hacen chanzas pesadas. Se acabaron la guerra del centavo, las cerradas, los desvíos de ruta, los contrapunteos a punta e’ lengua, las frenadas en seco, la peinilla debajo de la silla, todo lo que le ponía emoción y suspenso al viaje.

En mis tiempos de escolar salía todos los días a las seis de la mañana el mismo bus, con la misma ruta, casi siempre los mismos pasajeros, ya nos conocíamos, casi que teníamos escriturado el asiento, las ventanas las podíamos bajar y subir a libre albedrío, creo que ahí había más cultura ciudadana y mayor sentido comunitario, era un transporte mucho más humano, más acorde a nuestra identidad y necesidades. En el transmilenio ni siquiera se respeta la fila, somos seres anónimos, anodinos, apresurados y desconfiados, esos buses articulados no esperan a nadie, abren y cierran las puertas devorando y vomitando gente, solo están medio vacíos los domingos o lunes de puente por ahí en la noche… y los busecitos alimentadores son como los parientes ricos de las busetas y colectivos que aún transitan por las vías de los barrios.

Antes los paraderos eran para escampar, para encontrarse con los amigos, tenían casetas para comprar dulces, el periódico o empanadas, no era obligación usarlos, si el bus se varaba nos devolvían el dinero. Mi hermano sabía cuáles eran los buses más nuevos y los conductores más veloces, esos eran sus preferidos. También he visto en Quibdó choferes que esperan a los pasajeros cuando les hacen señas a dos cuadras de distancia, que dejan subir por la puerta de atrás canastos, cajas, bicicletas y cuanto cachivache les quepa, que tienen ayudante voceando la ruta y con los cuales uno puede negociar el valor del pasaje.

Yo no sé qué tan malo sea que haya vendedores ambulantes o cantantes en los buses, más en unas ciudades donde la mayoría de la gente vive del rebusque, pero creo que la solución no está en una rotunda negativa.

Los tiempos van cambiando. Antes cualquier persona era transportadora, mi vecino era dueño de medio bus!!!! Y los domingos siempre estaba debajo del bus, o encima con el capó abierto, reparándolo. Y de ese medio bus vivía toda la familia. Hoy ante la resistencia a construir el Metro, nos hacen creer que el trasmilenio es como un metro, con sus galpones estaciones, con la calle para ellos solos, con los pasajes más costosos, las vías solo para ellos, para quienes? Para generar grandes utilidades a un grupo de selectos y exclusivos dueños. Los pasajeros no importamos, el servicio no es amable; solo somos un número en la registradora, en el apretujón, el trasmilenio no está diseñado ni para niños, ni para ancianos, ni para mujeres embarazadas, ni para nosotros…. Son altísimos, quedamos colgados del tubo, son monótonos, siguen siendo inseguros… con total certeza, que de no ser porque sus puertas se cierran, también colgarían de ellos racimos humanos. ¿que son más rápidos? Sería el colmo que con tanta inversión no les rindiera un poco más, seguramente todo ese desgaste de ciudad pueda traer beneficios a los habitantes cada vez más urgidos de mayor movilidad, llegar a tiempo a sus trabajos, pero siempre queda en el aire un nimbo de nostalgia, algo parecido al que puedo sentir por la desaparición los cinemas de barrio.

Nota: las fotos del trasmilenio han sido bajadas del internet. Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com

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