viernes, 29 de abril de 2011

QUIBDÓ, ENTRAÑABLEMENTE MORENA

 Por estos días cumplo dos años de estar viniendo a Quibdó. Al comienzo tuve una percepción de la ciudad y sus gentes, que en altísimo porcentaje sigue siendo la misma; en muy pocas cosas tendré que retractarme o modificar mis apreciaciones. Lo que me sugería la ciudad es básicamente lo mismo visualizo ahora.


El sol de la tarde

Es apenas obvio que se presenten algunos cambios en la ciudad, las obras han avanzado, el centro presenta un aspecto menos caótico, a pesar de que el manejo de las basuras es caótico; la proliferación de las motos y el despelote del tráfico siguen ocasionando un profundo malestar. Pero ante todo se vé una ciudad que no brinda oportunidades de trabajo a sus pobladores, sigo sin entender cómo sobreviven tantas familias que no tienen trabajo estable, ni ingresos que les permitan asumir la vida de una forma mínimamente decorosa. Creo que las personas que habitan en Quibdó no cuadran dentro del esquema de funcionamiento que las administraciones han tomado como referente para “reorganizar” la ciudad; su historia, su economía, su sociedad, son distintas a las que le sirven de referencia, por eso su organización territorial, sus espacios urbanos, su vida urbana es también diferente. Si hay algo que me ha llamado la atención es que en Quibdó coexisten una formas de ordenamiento de los espacios urbanos acordes con la cultura afro, y que se están tratando de desdibujar, así como los lugares de encuentro; ese aparente desorden le marca una identidad característica y particular, ojalá que a nombre de la modernidad no se pierda el bullicio de sus gentes y su prolífica paleta de colores.


Mirando rio abajo
Conozco un poco más la ciudad, he encontrado algunas formas de ocupar el tiempo libre, como asistir a cineclubes y eventos culturales; se han abierto unos pocos espacios para comer diferente y algunos bares donde es posible saborear un coctel, sin embargo no aparece una librería, una galería de arte o un lugar donde de manera continua se acceda a programaciones culturales. Una de las formas de medir la calidad de vida de una ciudad es la oferta de posibilidades para que sus habitantes disfruten de las horas de ocio, esto no implica estar en contra de las amenas tardes de jugarretas de cartas o dominó, ni tampoco del fértil ejercicio de una siesta acompañados, o de las ardientes horas de regguetón y cercanía, ni del placer de ver correr las aguas del Atrato desde un malecón que ilumina una luna coqueta y cómplice.

Igual que antes, en los corrillos se habla de sucesos de corrupción, de detenciones, de fortunas alcanzadas gracias a la impunidad y a hábiles y oscuras maniobras; se habla de las personas que están en la cárcel, de los grandes problemas del departamento como la minería ilegal, de las presión por las tierras de las comunidades indígenas y de los consejos comunitarios, de los grandes agronegocios, de la presencia permanente de todo tipo de grupos armados y de tantos problemas que aquejan estas tierras del pacífico, de las víctimas del invierno, de los desplazamientos…. Nada de lo fundamental ni de lo traumático ha encontrado aún solución.

Desde el atrio de la catedral

Hoy puedo decir que tengo algunos pocos amigos chocoanos, -pocos pero exelentes (sic)- que han tenido la paciencia de mostrarme las bondades de estas tierra, he aprendido un poco más de su cultura y he procurado desentrañar sus sutiles encantos, su musicalidad, las agradables veladas con gentes de muchos lugares que confluímos en estas tierras.. Me he acostumbrado a andar siempre con paraguas, a vivir justo con lo que apenas necesito, y aunque extraño lo que dejo en lejanía, es una oportunidad para respetar y asimilar otras formas de coexistencia y de relacionamiento, para agradecer la hospitalidad, para arrinconar los desaires o lo que no comparto, esta es una tierra sazonada con afectos, relajada, dulce y entrañablemente morena.

Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com


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