Desde los tiempos de los Celtas, con sus druídas y todo, que alejaban los espíritus del mal con sus rituales en esa noche especial, hace por allá dosmil quinientos años, pasando por el Halloween gringo, ha llegado esta festividad a casi todos los rincones de nuestra geografía. En Quibdó se lucieron mil y un disfraces y caretas, muchos dulces y la noche trajo también mucha diversión, bebida y rumba por calles y lugares de encuentro.
Creo que el 1 de Noviembre, o día de los muertos, cuando se celebra esa trascendental tradición mexicana, que viene de tiempos milenarios, de Aztecas y de Mayas, y que ha tenido sincretismo con los cultos católicos es una festividad mucho más pertinente, más apropiada a nuestro entorno cultural. Ese día los muertos salen de sus tumbas y quieren saber cómo están sus parientes que dejaron vivos, quieren visitarlos y para ello en las casas de los vivos se preparan viandas, dulces y bebidas, se adornan con guirnaldas y flores, se elaboran panecillos en forma de calaveras y se alista todo para el encuentro; es un festejo alegre que nos recuerda la fragilidad de nuestro paso por el mundo y la profunda conexión que, creemos que existe, entre el más allá y la vida terrenal. De ahí que nuestra híbrida celebración denote la ausencia casi total de elementos propios y se convierta en un mercadillo o un día más para divertirnos. Bueno, todo sea porque los niños, o como llaman aquí, el día de los angelitos, se diviertan!!!!
Sin embargo, quedan algunas postales que dan una idea de la celebración.
Un lugar para compartir con ustedes experiencias y sentires de mis viajes, de mi oficio. Para mostrar algunas vivencias y el transcurrir de los días; poner en escena las reflexiones, las imágenes y los sonidos que me atraen. Ha sido pensado con el ánimo de afianzar aficiones, ilusiones, los afectos, la amistad, la creatividad y el gusto por lo vital. Es también un motivo para desplegar el apego a la palabra, a la adicción de escribir... Siga Bienvenid@!!!
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