domingo, 11 de septiembre de 2011

UN 11 DE SEPTIEMBRE PARA NO OLVIDAR

Un día como el 11 de Septiembre no puede pasar desapercibido para la historia. Un holocausto de semejante magnitud, que intentó aniquilar la voluntad de un pueblo que por decisión de sus mayorías constituyó un gobierno basado en la soberanía y la libertad, no puede diluirse con el recuerdo y la conmemoración de la reciente tragedia, de una nación que de victimaria tuvo que recurrir a la solidaridad del mundo cuando fue víctima del terrorismo en el centro de su corazón.

No se ha determinado aún el número de víctimas de esa infamia, y las consecuencias históricas de ese golpe han dejado la huella de la represión, que amparada por colosos que apoyan dictaduras, frustró la posibilidad de un sueño colectivo.

Así el 11 de Septiembre de 1973, irrumpió el ejército de Pinochet y después de la sangrienta toma a la Casa de la Moneda acabó con la vida de Salvador Allende, un hombre de principios, que intentó que los recursos que por derecho propio pertenecen a Chile, no fueran a parar a manos del gran capital, recuperar la dignidad y dar “al pueblo lo que es del pueblo”; Víctor Jara, Quilapayún, Violeta Parra, los Inti Illimani y tantos más, enviaron sus más hermosos mensajes a quienes creímos en la utopía de un cambio social por vía de la voluntad popular. Las palabras de Salvador aún suenan proféticas, y aunque afortunadamente Chile ha retomado el camino de la democracia, quienes en ese entonces soñamos con la posibilidad de una América más justa y menos excluyente aún sentimos el dolor de la masacre y de sus posteriores años de represión y dictadura.

Como homenaje a Salvador, sus últimas palabras, antes de su muerte en la casa de la Moneda:

“….Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente.

Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas… . Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos...

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición, pretende imponerse. Sigan ustedes, sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza, de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.

Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario