miércoles, 26 de octubre de 2011

PRIMERO ESTABA EL MAR.... TODO ESTABA OSCURO

Por qué debemos oponernos a que se construya un hotel de siete estrellas en la Sierra Nevada de Santa Marta?

No es solo porque lo digan los Mamos de la Sierra Nevada… es el clamor de quienes queremos un País con derecho a tener agua limpia, a alimentarnos con lo que produce la tierra, con unos sistemas de producción sanos y unos alimentos saludables y variados. Somos quienes creemos que se necesitan territorios que sean nichos de conservación ambientales, que permitan el diálogo de las nieves perpetuas de la sierra nevada con el mar Caribe… que las lagunas y los ríos sigan siendo santuarios para hacer pagamentos y para extasiarse con la bondad de la creación.

No es solo porque lo clamen los ambientalistas, o los biólogos o los antropólogos, debería ser un clamor nacional, yo no creo que en la concepción de este proyecto hayan organizaciones sociales o personas de estratos populares; el Tayrona, como los otros parques del país debe ser patrimonio de TODOS los colombianos, no de unos pocos privilegiados que puedan tener la capacidad económica para disfrutar de este paraíso.
Primero estaba el mar......
¿Porqué en vez de un hotel de siete estrellas no se hacen proyectos donde los niños de la sierra intercambien conocimientos con los niños de las escuelas públicas de las ciudades? ¿Porqué no se fomenta el respeto a la biodiversidad y la convivencia entre diversas formas culturales? Un hotel de estos lo único que evidencia son claros propósitos de exclusión, de “dulce vita”, de “gente bien” que pueda estar lejos del “peligro” del contacto con los amigos de la naturaleza que tienen otro concepto sobre la forma de descansar hermanados con la naturaleza.

Las zonas de conservación ambiental son sagradas, no solamente porque así lo diga Seiyankua o ALUNA –que es el lugar trascendental de los kaggabbas o jaguares de la Sierra; por eso los Mamos Koguis iluminan su sabiduría en ese espacio ancestral y desde allí meditan sobre lo terrenal y lo que está más allá, pues “primero solo estaba el mar”, y ellos son quienes conocen de esas fuerzas enormes que vuelven las aguas tormenta, o las esconden y propician sequías, o traen el sol y con él las plantas que alimentan a hombres y animales, y que también orientan el devenir de las almas de las personas. Es la búsqueda de la armonía entre el cosmos, la naturaleza y los hombres.

Ya hemos visto cómo se han entregado en concesión a particulares los lugares de alojamiento en los Parques Nacionales,  mientras alguien denuncia la matanza de tiburones en la isla de Malpelo, sus familiares avanzan con realizar el nocivo proyecto de la Sierra; si esto se permite será como abrir la puerta para que en todos los lugares de conservación, los gestores de estas iniciativas, argumentando que no hay resguardos, que no son territorios colectivos, que el daño ambiental es mínimo, que generará puestos de trabajo para que los lugareños hagan de guías y vendan artesanías, vayan desalojando a los nativos y arrinconando a la naturaleza, o en el menos peor de los casos, privatizando su disfrute.
Un hipogeo en Tierradentro - Cauca
Si algunas comunidades se oponen a los proyectos de desarrollo y de infraestructura es porque no se les consulta previamente, o no se hace cumpliendo los requisitos establecidos por la ley; lo que es evidente es que en las zonas donde se han desarrollado megaproyectos o grandes explotaciones mineras, los indígenas y campesinos llevan la peor parte, antes de mejorar, sus condiciones de vida son más precarias y su organización social se debilita. Es claro que el país necesita grandes obras, pero estas deben contemplar el precio que deben pagar los habitantes naturales de sus territorios; seguramente las minorías serán las más sacrificadas; si la nación impulsa su desarrollo, que sea de manera transparente y concertada y no como negocio particular de unos cuantos.

Aunque vivamos en la ciudad no podemos cerrar los ojos y negarnos a reconocer que las formas de equilibrio con la naturaleza son las que nos permiten una mejor calidad de vida, que necesitamos del aire puro y de los árboles, que tenemos derecho a un hábitat más decente, más humano, y que las visiones de los ambientalistas y quienes queremos que nuestro país recupere su soberanía alimentaria, no son un capricho para oponerse al desarrollo; es la necesidad de dejar el territorio mejor de cómo lo encontramos, es la posibilidad de que las generaciones venideras puedan disfrutar de un mundo más sano, más justo y menos excluyente.

Antes de colgar esta nota ha salido la noticia de que el proyecto del hotel en el Tayrona no vá definitivamente. Es una clara manifestación de que las voces de comunicadores, ambientalistas, organizaciones indígenas, comunidades, han incidido en la opinión pública para visibilizar este atropello y obligar al gobierno a desistir de darle su visto bueno. Ojalá la movilización continúe cada vez que surjan iniciativas tan nocivas como esta, que deterioren el patrimonio cultural, el patrimonio arqueológico, y pongan en riesgo la armonía que necesitamos todos con la naturaleza.
Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com

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