miércoles, 30 de noviembre de 2022

 

El Sistema de Conocimiento Ancestral de los cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad –UNESCO-

 

LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA NOS HABLAN DESDE EL CORAZÓN DEL MUNDO



“cada pájaro y cada animal tiene su espíritu, tiene su canto, exactamente como la lluvia, el viento y el llanto”.


Y primero estaba el mar….. Aluna era el mar, Aluna era un espejo de agua…. brotó luego el resplandor de la sabiduría, y en ese destello se inventaron las palabras…. Y dentro del espejo de agua se veía ya la Sierra Nevada. Hicieron entonces música de viento y tambor y cantaron como aves. Formando una montaña quedaron las nueve hijas de Aluna, las mismas que estaban dibujadas entre la espuma de la mar….

Ahí están, ahí permanecen, en una resistencia pacífica han sobrevivido al exterminio, al sojuzgamiento y a la destrucción de los conquistadores, de los colonos, de los grupos armados, de los narcotraficantes, de los terratenientes, de los misioneros capuchinos, de los pastores de las nuevas religiones, de los mineros, de políticos mañosos, y hasta de los empresarios del turismo que apetecen su fascinante territorio. Kakuseránkua, la Sierra Nevada, esa privilegiada montaña que besa el mar y llega a tocar el cielo en sus más altas cumbres, es la morada ancestral de cuatro pueblos milenarios, que se consideran descendientes de los Taironas: Los Kogui, Wiwa, Arhuaco y Kankuamo. Ellos, según su Ley de Origen, tienen como misión cuidar la naturaleza y el universo.

Desde su prodigioso conocimiento ancestral, los Mamus, han tejido un pensamiento que trasciende, que se eleva y convive con la Madre Tierra, nuestro lugar, generadora de vida, de la cual procedemos, de la cual dependemos, y adonde retornaremos en el ciclo cumplido con la muerte”. Ellos, los Mamus, y ellas, Sakas, saben de las estrellas, de los antepasados, de las piedras, del fluir de las aguas, de sus lugares sagrados y sus pagamentos, de los mandatos que sustentan la existencia y convivencia en armonía tanto físico como espiritual de sus pueblos, el legado invaluable que ha sido transmitido de generación en generación, y que permite el diálogo entre los seres humanos y la naturaleza.

Los mayores, las mujeres y los niños han entendido cuál es su misión en el mundo, ellos saben del universo y sus fuerzas vitales, de sus dimensiones como seres humanos y la de los otros seres. Han tomado conciencia de sus conductas prohibidas y acatan sus principios de la justicia y del derecho propios, han establecido unos códigos de autoridad y de permanencia en el territorio, que definen su identidad, su memoria y su cultura.

Así la representan en su vestuario, en sus músicas de flautas, tambores, caracolas y maracas… en sus cantos y sus danzas; en los tejidos de sus mochilas y en preciosos diseños que significan senderos, caminos de herradura, rayos, hojas, y que identifican a quien las usa, ya sea hombre, ya sea mujer, sea autoridad o guía espiritual.

En sus Kankurúas o templos ceremoniales, los adultos, con su inseparable poporo, al compartir las hojas de la coca, esa planta que les ha sido otorgada por los dioses, orientan el espacio de sus pensamientos y sus acciones en procura de defender sus derechos y permanecer en ese territorio que les pertenece ancestralmente y  han delimitado con la llamada “línea negra”.

Los jaguares y colibrís de color verde esmeralda, van mostrando los senderos que llevan a Nabusimake o a Teyuna; van con sus ovejas, sus perros y su asnos, las mujeres hilan la lana, los hombres tejen mantas, muelen caña, y por su sabiduría y su hermanamiento con la naturaleza en una relación espiritual, histórica y trascendental, se consideran nuestros “hermanos Mayores”

Por esto, y mucho más, hoy 29 de noviembre la UNESCO ha declarado como Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad el Sistema de Conocimiento Ancestral de los cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Es muy complejo para la sociedad occidental entender en su dimensión un pensamiento coherente y lúcido que trasciende el bienestar determinado por el éxito, el progreso y la estabilidad económica, aún a costa de pisotear la permanencia de las demás especies, (inclusive de la nuestra) de propiciar su extinción o la desaparición de su hábitat. Tal vez, en un futuro no muy lejano, y ojalá no sea demasiado tarde, logremos entender esa concepción de vida que, siendo diferente y profunda, nos puede dar pautas para lograr una armonía y un equilibrio como colectividad, esa que se ha ido perdiendo al exacerbarse las brechas de la desigualdad y la exclusión. Aún es tiempo de escuchar la voz de Seizánkua… Estas notas son tan solo una invitación a las personas lectoras, a adentrarse en el fascinante mundo de los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta, y reflexionar sobre un pensamiento que cautiva con la poesía, la fantasía, el simbolismo y una filosofía ancestral, como un faro no convencional para la comprensión de la razón de ser de nuestra limitada y efímera existencia.

 

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