miércoles, 7 de julio de 2010

Esto sucedió en el Cabo de la Buena Esperanza: Así fue, primero Brasil, después Argentina, luego Paraguay, y finalmente Uruguay… cuatro derrotas consecutivas. Eso no se esperaba, no hubo tiempo suplementario ni tampoco definición por penaltis; cómo dolieron esos goles. Europa vuelve a vencer a las selecciones suramericanas y sus equipos llegan a otra final, Se impuso la disciplina colectiva y la técnica a las genialidades individuales y a la pasión, así fue la batalla, ganaron los experimentados estrategas que impusieron sus esquemas ante improvisados mariscales semidioses como Maradona.
Hasta aquí llegaron nuestros favoritos. Lo siento por Messi, por Kaká, Forlán y todas las estrellas que sudaron la camiseta en procura del sueño posible; nos tocó hacerles fuerza ante el estruendoso fracaso de nuestra lánguida selección. Qué lejos están Lara, Pinto y el bolillo, entre otros, del talento y planteamientos de los grandes directores técnicos, afortunadamente los adelantos de la televisión y los análisis de los entendidos nos lo han hecho ver con creces.
Se impuso también el fútbol blanco, (como hace cuatro años) que desbarata de nuevo el argumento de que los futbolistas de color son mejores y más ágiles atletas. La final del mundial será disputada por las selecciones de Holanda y España, naciones para las que es fundamental la educación y el deporte, y le invierten un muy considerable porcentaje de su presupuesto.
Los errores en el fútbol cuestan caro, como en casi todo lo que sucede alrededor de nuestras vidas, los directores técnicos bocones tienen que tragarse sus palabras, ruedan cabezas y llegan los golpes de pecho. Ese es el fútbol, esa exquisita mezcla de individualidad y colectividad, de libertad y creatividad que se conjugan con los esquemas y los planteamientos tácticos. Cada jugada es irrepetible, el reloj es decisivo y cada pitazo o banderazo de los árbitros puede cambiar el rumbo del partido. Se dan cuenta? Casi todos creemos que podemos hablar con propiedad de fútbol, nos atrevemos a hacer comentarios, a vaticinar, a sugerir alineaciones y cambios. Es nuestra posibilidad de espectadores. El fútbol es arte, es también un gran reflejo cultural de nuestros tiempos, es más que un balón rodando por la cancha. En un instante se puede pasar de la gloria al infierno. Salvador Allende decía en una entrevista que la mayor felicidad es un gol de nuestro equipo favorito, y la mayor tristeza, pues un autogol.
Como buen aficionado le aposté a una polla (otros le dicen porra), en la cual de los siete participantes, cuatro son europeos. Naturalmente ellos van por encima en la puntuación, aunque seguramente ninguno acertó los equipos finalistas, pues quien iba a pensar que no estarán el domingo en la cancha, Francia, Italia o Brasil. Creo de antemano que esa platica la perdí, pero he disfrutado muchísimo los almuerzos, las tardes de tertulia comentando los juegos y haciendo cábalas, aplaudiendo las buenas jugadas, analizando los errores y añorando lo que pudo ser y no fue.
Qué buenas transmisiones, qué excelentes tomas de los imponentes y hermosos estadios, las repeticiones de las jugadas, las panorámicas de las tribunas, de las aficionadas…. Lástima que no se hayan inventado un filtro para el ruido de las bubuselas; qué oportunidad para indagar un poco por la historia y la geografía de esas tierras que tal vez nunca pisemos. En apariencia ha sido un mundial tranquilo, sin hooligans, sin barras bravas, sin asesinatos de hinchas ni batallas callejeras. A su tiempo conoceremos juiciosos análisis que evidenciarán el negocio millonario de la FIFA, las grandes ganancias, la bolsa de futbolistas, la trastienda de las contradicciones y los contrastes entre la opulencia y la miseria en Sudáfrica, el negocio de la prostitución, las apuestas, el turismo… las multinacionales, el consumo masivo. Creo que también este Mundial es un reconocimiento a los esfuerzos contra el Apartheid y por la construcción de una nación que logró la reconciliación. Que vivan NelsonMandela, Desmond Tutu, Myriam Makeba, y otros tantos héroes y víctimas de una historia que ojalá jamás se repita.
El mundial de fútbol es un espectáculo digno de ver y de vivirlo, tal vez gracias a la televisión es el más incluyente, en cada juego tomamos partido, desde donde estemos. Nuestra cita del domingo será frente a una pantalla, para disfrutar de una final inesperada. Una semana después nos sacudiremos de tanto desborde, de tanto pisar el área chica, de los fuera de lugar… y seguiremos evitando que la vida nos anote goles, sobre todo ingenuos.

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