martes, 31 de agosto de 2010

UNA CRÓNICA DE MIEDO!!!!

Hace pocos días alguien me preguntó sobre las situaciones que me hacen sentir miedo, sobre los temores que me asaltan y qué prevenciones tomo para evitar tanto susto!!! Después de darle vueltas a la idea en la cabeza se me ha ocurrido compartir algunas reflexiones sobre tan enmarañado asunto.

En la historia de nuestra especie siempre ha estado presente la incertidumbre del futuro, del más allá, del fin de la existencia, de nuestras profundas limitaciones, del pánico hacia lo desconocido. Es el origen del mito, de las religiones, de las más diversas y sofisticadas especulaciones, aquellas que la ciencia nos impone con ínfulas de sabiduría, y que recorriendo un amplio espectro de tendencias, lleva al extremo de llegar a las diletantes y fantasiosas versiones de videntes que sostienen poseer poderes extrasensoriales o paranormales, en fin, nuestra historia es una historia de miedo!!!

Todos de alguna manera juegan con nuestros miedos, los manipulan, nos han hecho sentir débiles y estar casi obligados a recurrir a ayudas para poder sobrevivir antes y después de nuestro paso por acá. Confieso que en lo que llevo vivido me han asaltado infinidad de temores; creo que casi todos los días me enfrento a alguno. Podemos decir que están los inevitables, los que tienen que ver con la especie, en cualquier lugar del planeta, como la muerte, la enfermedad o la vejez; ante semejantes riesgos recurrimos a ayudas espirituales, a invocar al altísimo y a sus amigos, y a evitar riesgos tratando de ser más prudentes en la medida que nos pasa el tiempo.

Hay otros que tienen que ver con el lugar donde vivimos y la época que nos tocó en suerte: una cosa es vivir en Tahití, y otra cosa, muy diferente, sobrevivir en Colombia. En los mares del sur el peligro puede ser un maremoto, la erupción de un volcán o que a alguna potencia salvaje le dé por hacer pruebas nucleares, como lo han hecho los gringos o los franceses, para citar algunos. Pero aquí definitivamente tenemos que hacer muchos malabares para sobrevivir, a las vías, a la violencia común, al conflicto armado, a los accidentes, a la intolerancia, al desempleo, a la indolencia, a la impunidad, a la exclusión…

En cuanto a los riesgos cotidianos le sentimos pánico a los accidentes ridículos e inesperados como por ejemplo que caiga del cielo una teja en nuestras cabezas, o a ser agredidos con un cuchillo por una loca energúmena. Le tenemos susto a la torpeza para resolver situaciones relativamente fáciles, o cuando perdemos la capacidad de decidir, le tenemos miedo a perdonar e incluso a intentar arrancarle momentos felices a la existencia. Le tengo miedo a la ignorancia, que es contagiosa, le tengo miedo a tragar entero y también le tengo miedo a las ausencias. Me asusta el mal gusto, las bocas venenosas, las pasiones truculentas y la deslealdad, pero tal vez lo que más espanta es el tiempo perdido y el desamor. Creo sin embargo que tantos y tantos temores pueden ser aliviados con un poco de sentido común, con las pócimas de palabras que estimulen la capacidad de ensoñación, y también con la fantasía, con algo de inocencia o arrimándonos a un árbol que nos brinde confianza y protección.

A veces el temor consiste en perder lo que hemos conseguido, lo que hemos asumido que nos pertenece, y creemos que la vida se puede entregar por empecinarnos en defender cosas, amores perros o afectos descarnados. Nuestro mayor tesoro es la existencia, el milagro de vivir, el resto se irá arreglando por el camino, inclusive aunque no seamos felices, el estar resolviendo día a día complejas situaciones nos prepara para salir airosos aún en las derrotas.

Pero cómo hiciéramos para no estar asustados con los gobiernos perversos, con los campos minados o con los ríos contaminados? O con que se incremente el número de personas desaparecidas? El miedo es un sentimiento absolutamente humano, lo siente el guardametas frente a quien patea un penalti, lo siente la niña cuando le sudan las manos ante la proximidad del chico con quien baila, lo he sentido aferrado a una silla de odontología y también cuando no puedo rebatir alguna aseveración tendenciosa. A veces se me confunde con la ansiedad y otras veces con el dolor. Un oso de anteojos, una ballena o un antílope nos podrían dar una extensa conferencia sobre lo que sienten cuando perciben nuestra depredadora cercanía; por ahora mi mayor miedo es no tener cerca a quienes tanto, tanto quiero.


Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com

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