martes, 22 de marzo de 2011

APUNTES DEL DIARIO DE CAMPO

Permanecer en un lugar diferente al sitio que consideramos nuestro hogar implica de por sí un mayor acercamiento con la soledad. Cuando ese espacio al que consideramos territorio de afectos no está, o está lejano, innegablemente se siente la huella del vacío.

Hogar es el espacio al cual siempre queremos regresar, eso no implica que sea inamovible, que no podamos trasladarlo, compartirlo o reinventarlo; cada sitio tiene su propia identidad, lleva anclado el tatuaje de su geografía y mutuamente nos vamos modelando. Y en la lejanía aparece la extrañeza, ese sentimiento que evidencia las ausencias y denota las carencias, que nos musita que estamos incompletos. 
Niños Embera

Cada experiencia vivida durante los viajes y las ausencias, nutre nuestros sentidos y agudiza las percepciones, nos estimula a discernir, a reflexionar. El aprendizaje continuo con personas de idiosincrasias diferentes nos vá mostrando que tenemos mucho en común y, sin embargo, nos confronta sobre cuál es el compromiso o el arraigo que podamos sentir allí donde vayamos. ¿Será que somos viajeros o turistas? O tal vez contemplemos la posibilidad de asumir esos lugares con mayor apropiación y programar estadías más duraderas.

A veces llegamos de paso a ciertos lugares, que por más que nos cautiven, continúan siendo eso: de paso, de allí, a la menor escaramuza, quisiéramos “batirnos en retirada”. Existen otros en donde asumimos que, si bien no somos necesarios, podemos aportar nuestro concurso a que se avance en algo, y esto implica a veces desaprender y entender de formas más respetuosas las dinámicas de los lugares a donde llegamos; aún cuando tengamos la intención de hacer las cosas “bien”, no siempre estamos acertando. Además nuestra presencia en estos escenarios está en buena parte condicionada por los compromisos laborales que de hecho hacen que percibamos una retribución, o un salario.

¿Se compensan los esfuerzos entre lo que recibimos y lo que dejamos? Creo que esa es la pregunta que me lleva a hacer esta reflexión, y a la cual no creo tener respuesta. Naturalmente dispongo de mucho más tiempo para estar conmigo, eso me ha permitido conocerme un poco mejor; evoco continuamente momentos del pasado, que pasan como una película que ya no puede ser alterada, la observo como un espectador. Tengo una mejor idea de lo que extraño y de quienes me extrañan, eso es inmensamente alentador. Gracias al Internet, al compu y al celular se mantiene la comunicación, que si no es cercanía, por lo menos nos permite hacemos a la idea que la amistad y el afecto pueden ser virtuales.

Procuro disfrutar lo que hago, trato de aprovechar los instantes tratando de minimizar los contratiempos y lo que pueda causarme molestia; todos los días algo me hace sentir que soy un extraño, y también existe un aliciente para permanecer, es como lanzar los dados, es un acertijo. No sé si esa incertidumbre pueda ser edificante. La magia se mantiene mientras exista lo novedoso, lo que nos pueda sorprender, cuando se pierde, lo más prudente es observar el horizonte y dejar que despliegue sus arreboles de seducción. ¿Hasta qué tanto uno le importa al resto? Lo cierto es que la vida nos pertenece, que somos artífices, en buena parte, de lo que nos pueda suceder más adelante; ese es nuestro acto de responsabilidad, y en estos momentos de diálogo con nosotros mismos podremos por lo menos calibrar la brújula para continuar navegando.

René Margritte
Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com

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