viernes, 20 de mayo de 2011

CUANDO SOÑAMOS QUE NOS AMARÍAN COMO EN LAS PELÍCULAS: ESOS CINES DE OTROS TIEMPOS....

Cada vez que paso por un lugar donde alguna vez existió una sala de cine no puedo evitar que se devuelva la película de mi vida. Los que conocimos el celuloide, es decir, cuando el cine se proyectaba, y se necesitaban una enormes máquinas para pasar unas cintas que venían en rollos, y que era muy difícil duplicarlas, entendemos la magia que cada sala contenía. Muy pocas salas de aquellas épocas sobreviven en Bogotá, ni las de postín o estreno, ni los “tarros” de los barrios populares, igual sucede en otras ciudades del mundo.

Fue una época en que ahorrábamos para ir los domingos a la función matinal, cuando nuestra televisión era en blanco y negro, y además con apenas dos canales… a través de la pantalla grande recorrimos el mundo; el cine nos recreaba, y nos mostró otros ámbitos, otras voces, otras formas culturales y esos lugares a donde jamás se pudo ir. Devorábamos lo que la pantalla nos ofrecía: películas mexicanas, de vaqueros, recuerdo una peli que trajeron como para desenhuesar a la distribuidora, se titulaba “Amor sobre un caballo”, en Bogotá duró casi dos años en cartelera. Entre tantas cintas vimos Woodstock, Rebelde sin causa, Submarino amarillo, y Ese oscuro objeto del deseo, una gran película de Bruñuel basada en un libro de Pierre Louÿs llamado “La mujer y el pelele”, ese Louÿs, autos de las canciones de Bilitis, de Afrodita, del “Manual de urbanidad para señoritas”, el único manual que he leído con verdadero placer.

Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore es una hermosa película que refleja el esplendor y la decadencia de los cines de barrio, y Los Fantasmas del Roxi, una hermosa y muy poco conocida canción de Serrat asegura que los fantasmas de las estrellas del cine se resisten a abandonar el lugar y deambulan por él.

En Bogotá muchas salas antiguas se encuentran en estado de abandono, tal es el caso del Teatro San Jorge, algunas han dado paso a bodegas, casinos, a sucursales bancarias, uso actúalo del Teatro Lido, otras a grandes almacenes y sedes de empresas de servicios, como el Teatro Lux, el Coppelia, que se convirtió en supermercado y el Calipso e plaza de mercado; también fueron salas de cine x y streptease, como el Aladino, el Ariel, y Vanidades, que aún subsiste, a clubes nocturnos como el Libertador y el Metro Riviera; otras se han acondicionado para presentar espectáculos y presentar eventos, como el antiguo Coliseo, el Mogador, el hermoso teatro Eldorado, el Metropol. Las iglesias cristianas han hecho de ellas sus templos, tal es el caso del Trevi y el de mi querido y entrañable teatro Avirama, del cual consevo hermosos recuerdos de adolescencia; “allí donde Briggite Bardot deleitaba a los asistentes con su sensual cuerpo y donde Sofía Loren nos amamantó el espíritu, donde Valentino y Rock Houston derretían a nuestras tías y hermanas, allí, ahora mismo están orando por el alma de ellos, por los cuerpos de ellas, para que en la otra vida les sea perdonado todo el placer y los sueños que nos hicieron sentir”.

Otros cinemas han corrido con mejor suerte, como la Comedia, Santafe, Arlequín, Almirante, La Castellana, Colombia (hoy Jorge Eliécer Gaitán), que son salas de teatro y espectáculos, el México, el Faenza, convertidos en auditorios de universidades, y otros declarados bienes de conservación, como el Teatro Cádiz en el Centro Nariño, de hermosa factura arquitectónica.

Ahora se han impuesto los grupos de varios teatros en los centros comerciales, y presentan una oferta para todos los gustos y a los más diversos horarios, son salas más pequeñas, casi todas igualitas, bajo el monopolio de una gran empresa. Han pasado al recuerdo los cines continuos ahora los cortos se llaman “trailers” y para compensar el vacío dejado por la oferta de cine arte han surgido los cineclubes que gracias al videobeam y en pantallas más pequeñas nos acercan a lo que fue en una época la grandiosidad del cinemascope y el tecnicolor.

Vienen ahora las películas en tres dimensiones, cautivarán nuevos públicos, pero para los nostálgicos cinéfilos serán inolvidables los tiempos en que los teatros de barrio guardan los primeros secretos de jóvenes romances, de complicidades juveniles, de encuentros furtivos. El séptimo arte se reacomoda en modernos escenarios, pero siempre será un delicioso viaje a la fantasía y una puerta a la imaginación.

Sus comentarios los pueden enviar a megaspar@hotmail.com



Teatro Cádiz


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